El gran retorno de las fronteras
En la víspera de las elecciones y referendos de alto vuelo, los ‘muros’ se instalan en el centro de los debates europeos como argumento decisivo y previo a la votación en las urnas. Y con ello, la clase política del Viejo Continente desafía el principio mismo del proyecto de Unión Europea: el de la libre circulación.
Andrea Montes Renaud
En la víspera de las elecciones y referendos de alto vuelo, los ‘muros’ se instalan en el centro de los debates europeos como argumento decisivo y previo a la votación en las urnas. Y con ello, la clase política del Viejo Continente desafía el principio mismo del proyecto de Unión Europea: el de la libre circulación.
Símbolo de la soberanía de los Estados que comparten el mundo, la frontera es una construcción intelectual que se ha convertido en realidad. El sueño de su abolición nunca había estado más lejos: los ‘muros’ ya están instalados por todas partes.
Y mientras el Estado Islámico los quiere destruir a base de terror, Donald Trump los quiere embellecer y construir “hermosos e impenetrables”.
El mundo globalizado es también aquel de las fronteras más controladas, y las paredes que edificaron una vez los chinos y romanos entre ellos, hoy se ven como vallas electrificadas y tabiques de cemento con sensores.
En este sentido, el discurso de Donald Trump no es el único que tiene como principal promesa de campaña la construcción de muros en la frontera.
Es Viktor Orban, Primer Ministro de Hungría – y único admirador declarado de Donald Trump en la cúpula del poder de la Unión Europea -, quien lanzó la iniciativa.
Desde el verano de 2015, en su flanco sur, Orban ya hizo construir un muro de alambre de púas contra los refugiados sirios y los migrantes que se agrupaban hacia la salida de la ruta de los Balcanes. Un año más tarde, Budapest afianzaba su política de “cero refugiados”, que ahora, se deberá decidir con un polémico referéndum en las urnas.
Este 2 de octubre, los húngaros tendrán que responder en las urnas sobre la cuota de reparto de 160 mil refugiados entre los miembros de la UE con la siguiente pregunta: “¿Aceptas que la Unión
Europea pueda determinar la instalación obligatoria de ciudadanos no húngaros en Hungría, y sin el consentimiento del Parlamento Nacional?”. Planteada en estos términos, la cuestión atrae al 75 por ciento del “no”, según las encuestas.
Pero que la consulta sea válida dependerá de la participación, que deberá alcanzar el 50 por ciento.
Rechazo a los refugiados se extiende
El repudio a cualquier tipo de “carga” está alcanzando ampliamente a los vecinos de Hungría.
El 4 de diciembre, los austriacos deberán elegir a su presidente, después de la cancelación de las elecciones del pasado 22 de mayo.
Y el candidato de la extrema derecha Norbert Hofer, y defensor de las fronteras nacionales, podría
prevalecer en esta ocasión frente al ecologista Alexander Van der Bellen.
Los partidos de derecha e izquierda tradicionales se encuentran marginados en una sociedad claramente dividida entre el “pro” y el “anti” refugiados.
De hecho, Austria ya puso a la Unión Europea en estado de agitación amenazando con obstaculizar el tráfico en el paso de Brenner, punto de acceso neurálgico para el tránsito norte-sur en Europa.
Incluso ese país ya se está preparando para instalar una cerca simbólica basándose en la “fragilidad de la zona Schengen y la negligencia de Roma”, pues teme una avalancha de inmigrantes africanos a través de su frontera con Italia.
Lo que no le impidió culpar a Budapest de bloquear de manera muy efectiva su frontera, pues lo que ellos llaman como intransigencia húngara está desviando a los refugiados y migrantes del lado austriaco, afirmó el ministro del Interior, Wolfgang Sobotka.
Desafío inédito a los europeos
En Francia, Alemania, Holanda, Austria, Hungría, Italia… el rechazo a la cuota de refugiados sitúa a la UE de cara a un nuevo reto.
Hace falta ver la caótica gestión de la selva de Calais, al norte de Francia, donde yacen 10 mil inmigrantes que sueñan con cruzar el Canal de la Mancha, y en donde actualmente se construye un muro financiado entre el gobierno británico y Francia. El propio Nicolás Sarkozy lanzó como compromiso de campaña desmantelar “la selva antes del final del verano 2017 para su ejecución”.
Por otro lado, en el voto del pasado 23 de junio por un Brexit, el pueblo británico expresó, sobre todo, el fuerte deseo de recuperar el control de sus fronteras, y no sólo de la inmigración de Medio Oriente, sino también para poner fin al flujo del continente.
Ante esta situación, la Primera Ministra británica, Theresa May, intenta encontrar una difícil síntesis entre el aislamiento y el deseo de mantener un liderazgo en la escena internacional, pues el veredicto del pueblo británico lanzó un desafío inédito a los europeos sobre el tema la migración.
Y mientras tanto, el “pacto” firmado entre la Unión Europea y Turquía – que cierra la ruta de las islas griegas a cientos de miles de refugiados y migrantes venidos del Este – amenazaba con romperse, Alemania decidió este miércoles reforzar los controles en su frontera con Austria hasta noviembre, tras los últimos reveses a la política migratoria de la Canciller, reflejados en los resultados del voto de castigo a su partido.