¿Cómo confiar en Trump?

Tras las revelaciones de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habría compartido información sensible sobre el Estado Islámico con el gobierno ruso, y la aparente confirmación del mandatario en su cuenta de Twitter, la “saga rusa” en Washington entra en un nuevo nivel.

Según información de The Washington Post citando a fuentes anónimas, Trump había compartido esta información durante su reunión de la semana pasada con el ministro ruso del exterior, Sergei Lavrov, y el embajador ruso en Estados Unidos, Sergei Kislyak.

Carlos Salazar Carlos Salazar Publicado el
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“La información (de The Washington Post) es falsa. Estuve en la habitación. Eso no ocurrió”
Herbert R. McMasterConsejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca

Tras las revelaciones de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, habría compartido información sensible sobre el Estado Islámico con el gobierno ruso, y la aparente confirmación del mandatario en su cuenta de Twitter, la “saga rusa” en Washington entra en un nuevo nivel.

Según información de The Washington Post citando a fuentes anónimas, Trump había compartido esta información durante su reunión de la semana pasada con el ministro ruso del exterior, Sergei Lavrov, y el embajador ruso en Estados Unidos, Sergei Kislyak.

La información presuntamente compartida por Trump con los representantes del gobierno ruso está relacionada con los planes del Estado Islámico para ejecutar atentados en aviones comerciales a través de explosivos escondidos en computadoras portátiles.

Sumado a las investigaciones por la relación de su equipo de campaña con la inteligencia rusa, estos señalamientos comprometen las relaciones de Estados Unidos con otras naciones en materia de cooperación internacional.

Un funcionario europeo, que no reveló el nombre de su país, habría dicho a la agencia AP que su país se está planteando dejar de compartir información con Estados Unidos si se confirma que Trump filtra información delicada con diplomáticos rusos.

La confianza entre los interlocutores en las relaciones diplomáticas y en materia de cooperación internacional es de suma importancia, y Trump podría estar cerca de perderla.

Fama de poco discreto

Donald Trump no habría incurrido en ningún delito ya que es facultad del presidente revelar información clasificada; pero de ser ciertas estas aseveraciones, podría perder la confianza de la comunidad internacional, ya de por sí muy cuestionada debido a sus impulsos.

¿Cómo podrían los líderes o diplomáticos de otros países confiar en él, si la información que le comparten podría terminar siendo del conocimiento de Vladimir Putin o terminar en las páginas de los periódicos?

Hay otro detalle que le suma gravedad a esas supuestas revelaciones. La información compartida con los funcionarios rusos no la habría obtenido la inteligencia estadounidense, sino un “aliado” de Estados Unidos.

Aunque la publicación no detalla si se trata de un grupo político, una organización o un gobierno, de ser cierta la aseveración, el presidente sí habría incurrido en un grave error por la falta de discreción, podría poner en riesgo a su “aliado” y perder esa fuente de información.

Esta no es la primera vez que la joven administración de Trump está cuestionada por la confidencialidad de la información que comparte con otros gobiernos o la privacidad de las conversaciones con otros mandatarios.

En febrero pasado trascendió que durante una llamada, supuestamente privada con el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, lo “amenazaba” con el envío de tropas estadounidenses a México, o un reporte en donde se afirmaba que Trump criticó un acuerdo nuclear firmado en 2011 con Rusia durante una llamada con Vladimir Putin.

Suma de contradicciones

Las fugas de información y filtraciones a la prensa han sido un dolor de cabeza para la administración de Donald Trump.

Las dos versiones más recurridas que intentan dar explicación son la falta de profesionalismo de los empleados de la Casa Blanca y su proclividad a platicar con la prensa, o a un autosabotaje por parte de los miembros del staff.

Este nuevo episodio de la relación de Trump y su equipo con el Kremlin también pone en evidencia la deficiente estrategia de comunicación de la Casa Blanca.

Desorganización, contradicciones, filtraciones, distintas versiones de un mismo hecho por parte de miembros del equipo de Trump, las publicaciones en Twitter del presidente en un sentido contrario a los comunicados oficiales, todo ello en medio de la administración más hostil que haya encarado la prensa estadounidense.

Tras publicarse el artículo de The Washington Post sobre la información confidencial compartida por Trump a los funcionarios rusos, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca salió a desmentir este reporte.

Herbert R. McMaster, quien estuvo en la reunión con Kislyak y Lavrov, sostiene que ninguna operación militar tratada con los funcionarios rusos era materia reservada, y que tampoco se discutieron métodos ni fuentes de inteligencia.

“La información es falsa. Estuve en la habitación. Eso no ocurrió”, apuntó McMaster.

Sin embargo, el mandatario estadounidense, pasando por encima de las formalidades, como tantas veces, utilizó su cuenta de Twitter para responder sobre los cuestionamientos, y más allá de negarlos, pareció confirmarlos.

“Como Presidente quise compartir con Rusia (en una reunión abierta en la Casa blanca), aquello a lo que tengo absoluto derecho, hechos pertinentes sobre terrorismo y seguridad en los vuelos. Además quiero que Rusia se comprometa más en la lucha contra el Estado Islámico y el terrorismo”, escribió en la red social.

El despido de la semana pasada del exdirector del FBI, James Comey, también evidenció contradicciones.

De manera oficial, la Casa Blanca negó que la destitución de Comey se relacionara con la investigación del Rusia-gate, pero el propio Trump reconoció en una entrevista con NBC que tenía en mente el tema de Rusia cuando decidió separarlo del cargo.

Tras la lluvia de críticas, Trump -nuevamente en Twitter- planteó terminar con las conferencias de prensa y distribuir las respuestas oficiales por escrito, en aras de la rigurosidad.

Los problemas en la estrategia de comunicación de la Casa Blanca, aún adoptando esta medida, están lejos de terminar. Las filtraciones así lo demuestran.

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