Saga rusa zarandea a Trump
El Rusiagate ya se ha convertido en una trama que parece interminable y que ha marcado los primeros meses de Donald Trump al frente de la Casa Blanca.
Enfrentamientos, intrigas, mentiras, despidos y dimisiones son las secuelas de una historia que involucra a los más altos niveles de la política en Washington y cuya conclusión y alcances aún se vislumbran lejanos.
El escándalo del espionaje ruso durante la campaña presidencial se ha cobrado una nueva víctima.
Carlos Salazar
El Rusiagate ya se ha convertido en una trama que parece interminable y que ha marcado los primeros meses de Donald Trump al frente de la Casa Blanca.
Enfrentamientos, intrigas, mentiras, despidos y dimisiones son las secuelas de una historia que involucra a los más altos niveles de la política en Washington y cuya conclusión y alcances aún se vislumbran lejanos.
El escándalo del espionaje ruso durante la campaña presidencial se ha cobrado una nueva víctima.
Esta vez se trata del ahora exdirector del FBI, James Comey, quien se suma a la lista en la que también aparece Sally Yates, exfiscal general interina del departamento de justicia, quien también investigaba el caso del presunto espionaje y fue despedida por Trump, o el general Michael Flynn, fugaz asesor de seguridad, orillado a dimitir por haber mentido sobre sus conversaciones con diplomáticos rusos.
Chuck Schumer, líder demócrata en el Senado asegura que esta última destitución forma parte ya de un patrón muy preocupante que no parece ser una coincidencia.
La argumentación de Schumer está justificada. Tras la salida de Comey surgen diversas interrogantes sobre las verdaderas motivaciones que llevaron a Trump a tomar esta decisión.
Aunque de manera oficial la Casa Blanca asegura que el despido se debió a su falta de eficacia en el manejo de la investigación sobre el uso del correo electrónico de Hillary Clinton, el jefe del FBI se encontraba investigando los presuntos vínculos del equipo de Trump con el Kremlin y quizá se estaba acercando demasiado a la Casa Blanca.
Incluso el diario The New York Times publicó ayer que Comey habría solicitado al fiscal general adjunto Departamento de Justicia, Rod J. Rosenstein, un aumento de fondos y personal para la investigación.
Rosenstein fue precisamente quien redactó el informe con el que el Departamento de Justicia justificó la destitución del exdirector del FBI.
¿El Watergate de Trump?
Hay al menos cuatro comités del Congreso estadounidense que tienen investigaciones abiertas sobre la posible injerencia rusa en el proceso electoral estadounidense y su relación con el equipo de campaña de Trump.
Hasta el momento no se sabe qué va a pasar con la investigación que encabezaba Comey desde el FBI, aunque la hipótesis que seguía es que sí hubo un intento por parte del Kremlin para frenar a Hillary Clinton, sin que hasta el momento haya pruebas contundentes de la relación con la campaña de Trump.
Desde el capitolio, los legisladores demócratas ya han salido a pedir el nombramiento de un fiscal especial que investigue las posibles relaciones del equipo de campaña de Trump con el espionaje ruso.
Algunos analistas han comparado el despido de Comey con la destitución, en 1973, del fiscal especial Archibald Cox, quien en ese entonces investigaba el escándalo de Watergate y que fue removido por Richard Nixon.
Este movimiento también dio pie a las dimisiones del Fiscal General y el Fiscal General Adjunto. En ese momento la percepción fue la de una maniobra desesperada de Nixon.
El entonces presidente se vio orillado a presentar su renuncia casi un año después, víctima de una presión pública inédita y se convirtió en el único mandatario en la historia de Estados Unidos en dimitir del cargo.
Los paralelismos existen. Aunque Trump apenas está por cumplir 4 meses al frente de la Casa Blanca, el escándalo del espionaje ruso podría convertirse en el factor que termine marcando su mandato, y la sombra de la sospecha por los despidos de altos funcionarios que investigaban el caso no hace más que aumentar las interrogantes.
A esto se suma el tema de la percepción pública. Un reciente sondeo publicado en The Washington Post revela que el 56 por ciento de sus encuestados piensan que Rusia intentó influir en las elecciones. Mientras que el 39 por ciento están convencidos que la campaña de Trump ayudó intencionalmente a los rusos.
¿Llegarán las investigaciones hasta el Despacho Oval?
Los caídos
Sally Yates, quien estaba encargada de la fiscalía general mientras Jeff Sessions esperaba su confirmación en el Senado, fue separada del cargo ante la negativa de aplicar el primer decreto migratorio de Trump en enero.
Como parte de la investigación de la trama rusa, Yates advirtió a la Casa Blanca a principios de la administración que el entonces asesor Michael Flynn estaba mintiendo sobre sus contactos con Rusia y que estaba en riesgo de ser chantajeado por el Kremlin.
Flynn ha sido hasta ahora el principal damnificado por los supuestos vínculos de los colaboradores de Trump con el Kremlin, ya que mantuvo contacto con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, antes de la toma de protesta de Trump.
Sin embargo, el general retirado mintió durante su testimonio ante el FBI el pasado 24 de enero y negó cualquier conversación con el diplomático ruso, y una vez que se confirmó el contacto, el fugaz asesor de seguridad, Michael Flynn, tuvo que dimitir.
El actual fiscal general, Jeff Sessions, e incluso el yerno y asesor de Trump, Jared Kuschner, son otros de los posibles implicados en la trama rusa y ya han sido llamados a declarar por los comités investigadores, en una telenovela que ya se convirtió en la mayor crisis política para la Casa Blanca.
Jeff Sessions también ocultó al comité del Senado que investiga el caso que mantuvo conversaciones con el embajador ruso en Estados Unidos, Sergei Kislyak, en pleno ciberataque ruso, por lo que los demócratas ya han pedido su renuncia por mentir bajo juramento. Incluso un sector republicano le habría pedido hacerse a un lado para no enturbiar las investigaciones.