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Los brasileños tienen fama de ser aficionados por el futbol y apasionados en la cancha, pero esa pasión la están trasladando con intensidad a las calles, donde exigen la cancelación del Mundial del 2014 para darle un mejor uso a los recursos públicos.
Las recientes protestas reflejan que la aprobación de la presidenta Dilma Rousseff y de la Copa del Mundo están en sus más bajos niveles.
Un 27 por ciento de la población califica el Gobierno de Rousseff como “malo/pésimo” y 38 por ciento está en contra del Mundial, revelan los últimos datos de las encuestadoras Ibope y Datafolha, respectivamente.
En cambio, solo 36 por ciento de los brasileños piensan que el trabajo de la mandataria es “bueno/óptimo” y apenas 52 por ciento desean la Copa.
Las razones principales son las acusaciones de corrupción en contra de la presidenta, el incremento de la deuda pública y la demanda de destinar los recursos invertidos en el Mundial a los sistemas de salud, transporte y educación.
De las redes a las calles
Además de las manifestaciones, cada vez hay más movimientos en las redes sociales que advierten con boicotear el evento deportivo, que hasta ahora le ha costado a los distintos niveles de gobierno un total de casi 11 mil millones de dólares.
Tal es el caso de “Operação #BlackoutNaCopa”, una página de Facebook que invita a apagar los televisores durante los partidos de futbol del torneo.
“No tenemos un sistema de educación, salud y movilidad urbana adecuado, mientras que ríos de dinero se gastaron para construir los estadios”, manifiesta a Reporte Indigo Robson Santos, creador del sitio.
“La corrupción está en su punto más alto, porque nuestro Brasil necesita escuelas y hospitales. La Copa del Mundo afecta a las personas de manera general, sin salud ni transporte digno”, agrega el originario de la región de Bahía.
Otra razón de la indignación es la reacción del Gobierno, pues los quejosos consideran que están reprimiendo su libertad de expresión con leyes que buscan controlar las protestas y reforzar el poder de los policías.
“Están gastando millones en aparatos policiacos para la Copa, que está desperdiciando dinero público para pagar los estadios, pero nosotros los brasileños queremos seguridad”, subraya Ricardo Vieira, líder del movimiento “Não a Copa do Mundo – Sim a Saúde, educação, segurança”.
También cuestionan los altos costos y la opacidad en la edificación de los estadios, pues acusan a los funcionarios de favorecerse de forma personal.
“Los gobernantes corruptos se están llenando los bolsillos de dinero con la súper facturación de las obras en los estadios, además que dobló el costo de cada obra”, denunció el fundador de la movilización “Não queremos Copa”, bajo anonimato.
El papel de la Selección
El conflicto podría agudizarse si la Selección de Brasil tiene un mal desempeño, advierte a Reporte Indigo Fernando Segura, sociólogo deportivo del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
“Un escenario catastrófico para Brasil, que pierda en octavos o cuartos de final, o que no llegue a una semifinal”, indica, “yo creo que va a generar más descontento.
“Porque los brasileños, que son tan amantes del futbol, van a decir: ‘tanto lío y no presentamos un equipo si quiera para llegar a las finales’”.
El académico, que está en Brasil en una investigación de campo, destaca que Dilma Rousseff enfrentará un leve costo político, que se reflejará en menos votos en octubre.
Sin embargo, señala que los reclamos también van contra la FIFA, que critica retrasos en las obras pese a no cumplir la promesa de que se edificarían con inversión privada.
“El descontento es doble: contra las autoridades brasileñas por estos aspectos desprolijos en la organización del Mundial, y con la FIFA por sus exigencias, por su falta de sensibilidad y por sus criterios impositivos”, apunta.
Dilma sigue en la jugada
Pero el partido aún no acaba para Dilma Rousseff, pues Fernando Segura considera que la mandataria ha sabido afrontar las críticas y aliviar la tensión.
“Ha hecho mucho este gobierno por atender distintos reclamos, ha cedido a la presión, en una primera instancia cedió el año pasado y no aumentó el costo del transporte público, que era el principal reclamo concentro”, asevera el sociólogo.
El investigador considera que mucho del descontento es un problema de percepción, por las críticas que ha recibido Brasil de la prensa internacional, pues al final hay ciudades que en verdad se beneficiarán del ingreso de los turistas.
“Hay que ser justos con Brasil, en el sentido que es uno de los países que más ha invertido en los últimos años en reducir desigualdades”, concluye, “obviamente que en una década no se pueden reducir las desigualdades de 100 años”.