Erdogan: tentación autoritaria

No faltaba más que sumar un golpe de Estado a la serie de eventos trágicos que sacuden a Turquía desde julio del 2015. La victoria en noviembre del 2015 del partido en el poder no ha sido suficiente para estabilizar a Turquía.

Andrea Montes Renaud Andrea Montes Renaud Publicado el
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El encuentro entre el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, y Recep Tayyip Erdogan, de Turquía se llevará a cabo el próximo mes de agosto

No faltaba más que sumar un golpe de Estado a la serie de eventos trágicos que sacuden a Turquía desde julio del 2015. La victoria en noviembre del 2015 del partido en el poder no ha sido suficiente para estabilizar a Turquía.

El país es sacudido por la guerra contra los kurdos, así como por las consecuencias de la guerra civil en Siria y de una relación ambigua con el Islam radical. También por su aislamiento del mundo y de la región, de las relaciones cada vez más tensas con sus aliados occidentales, con una economía apunto del colapso y un régimen que se vuelve más autoritario día con día, si no es que totalitario, del Recep Tayyip Erdogan, el hombre fuerte de Turquía.

La deriva autoritaria se acentúa en el país y para los occidentales no es fácil acusar de opresor a un gobierno legítimo que acaba de sobrevivir a un golpe de Estado. Pero lo cierto es que la extensión de la contra-ofensiva dominante del presidente turco preocupa tanto a Washington, como a sus socios europeos.

Medidas ‘preocupantes’

Steffen Seibert, portavoz de la canciller alemana, Angela Merkel calificó las últimas medidas del presidente turco de ser “muy preocupantes” y “contrarias” al estado de derecho, al emprender una caza de brujas contra sus oponentes políticos, después de establecer el estado de emergencia.

Y es que para la canciller Ángela Merkel es “esencial que el estado de excepción se limite a un período que sea necesario”, después de lo cual se debe “suspender inmediatamente”, y pidió a Ankara mantener la justa medida de las cosas en la aplicación del estado de excepción.

Por su parte, el Fondo Monetario Internacional pidió preservar las instituciones democráticas que son los pilares del progreso económico de este país, después que el suceso causara volatilidad financiera.

Por otro lado, Francia, la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN piden a Erdogan evitar una represión generalizada y, sobre todo, una restauración de la pena de muerte en el país.

Europa cede a chantajes

El tono occidental se mantiene firme cuando se trata de la restauración de la pena de muerte, ya que en ningún caso es compatible con sus aspiraciones de adhesión a la Unión Europea.

Por otra parte, Occidente teme socavar aún más a éste pilar del flanco suroriental de la OTAN, cuya función estratégica es hoy más importante que nunca, sobre todo en su lucha contra el Estado Islámico y el conflicto armado en Siria.

Y es que los europeos –empezando por Alemania– ya cedieron a los chantajes de Ankara para dar una solución a la crisis de los refugiados a cambio de reanudar las negociaciones sobre los visados de libre circulación para los ciudadanos turcos y agilizar su candidatura de adhesión a la Unión Europea.

Esto, a pesar de que en otras circunstancias, la adhesión de Turquía no habría tenido ninguna posibilidad de ser aceptada, pues el país está muy lejos de cumplir con las normas europeas en el campo de los derechos y libertades.

Con un presidente que acusa de “intervencionismo extranjero” todo desafío llevado por la oposición, por ahora, a Occidente no le queda otra alternativa que la de apoyar a un líder islámico-conservador que ha ganado todas las elecciones de su país desde el 2002.

Turquía y Rusia

Al comienzo del golpe de Estado la noche del 15 al 16 de julio, muchas capitales, empezando por Washington, se mostraron prudentes, pues los golpes de estado del anterior gobierno -en 1960, 1971 y 1980- nunca habían puesto en tela de juicio la relación de Occidente con Ankara.

Pero en esta ocasión, las injurias vinieron una vez que fue evidente que la tentativa de golpe de estado se había fraguado por un pequeño grupo de inconformes que sólo pusieron en evidencia las fallas institucionales de un país que, hasta ahora, era considerado como uno de los pocos polos de estabilidad en la región.

Si algo quedó claro con el golpe de estado, fue la profunda crisis que existe en el ejército y su conflicto con la policía, que demostró fidelidad al gobierno de Erdogan y socavó el golpe.

En espera del encuentro

Si Erdogan puede parecer el gran ganador de este conflicto a corto plazo, la democracia turca y sus vínculos con Occidente bien podrían ser los principales perdedores de este golpe. Y tanto los europeos como los norteamericanos se vuelven cada vez más impotentes al ver a Turquía mirar hacia Rusia.

Si bien, la oposición frontal entre Moscú y Ankara en el conflicto sirio estuvo a punto de degenerarse tras la destrucción que hizo Turquía en noviembre del 2015 de un avión ruso que violó su espacio aéreo, Erdogan finalmente se disculpó, y entre los soldados turcos detenidos tras el golpe, están los pilotos que derribaron dicho avión: solo para complacer al presidente ruso, que no se asusta con los excesos represivos de un poder autoritario.

Por su parte, el Kremlin ya confirmó el encuentro que tendrá lugar en Rusia a principios de agosto entre Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan.

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