“En aquel momento no entendí nada… No tenía ni idea de lo que estaba pasando… Lo único que sabía era que había cientos de manos arrancándome la ropa y violándome brutalmente. ¿Quiénes eran esos hombres?
“No había escapatoria. Todo el mundo decía que me estaban protegiendo, incluso salvando, pero lo único que sentía eran sus dedos violándome, tanto por delante como por detrás. Alguno incluso intentaba besarme.
“Estaba completamente desnuda, la masa que me rodeaba me empujaba hacia un callejón cerca del restaurante Hardee… Así que me encontré en medio de ese círculo, y cada vez que intentaba gritar, defenderme, pedir ayuda, la violencia no hacía más que aumentar”.
Este es uno de los testimonios que recoge el periodista Bostjan Videmsek en su artículo “Las mujeres somos los daños colaterales de la revolución” publicado el pasado 25 de marzo en Periodismo Humano.
“La calle y la noche también son nuestras”, gritaron unas 100 mujeres de diversos colectivos feministas madrileños el pasado 8 de marzo, día de lucha por los derechos de las mujeres y de conmemoración de aquellas que los reclamaron en el pasado.
Ese lema, coreado con la rabia de quien sabe que tiene que pelear diariamente por el espacio público, es trasladable a cualquier lugar del mundo, pero estos días, especialmente, a Egipto, donde las violaciones en masa perpetradas durante las protestas parecen querer expulsar a las mujeres de la simbólica Plaza Tahrir.
Las feministas lo han repetido hasta la saciedad: vivimos en una sociedad que insta a las mujeres a que se protejan o se cuiden de ser violadas, y que sin embargo no trata de inculcar a los hombres que las personas de sexo femenino no son objetos de su posesión al que puedan manosear a su antojo.
De la misma forma, tampoco se les habla de consentimiento, esto es, de que deben preguntar a la persona con la que quieren iniciar una relación si ésta también lo desea.
Pero en Egipto, durante las revueltas, el caos se ha desatado en este ámbito –siempre relegado por el gobierno a un plano secundario– y las cifras arrojadas por la organización no gubernamental Human Rights Watch son escalofriantes.
El miércoles, según el comunicado de la organización pro derechos humanos, grupos locales que combaten el acoso sexual reportaron que en sólo cuatro días, “las turbas asaltaron sexualmente y en algunos casos violaron a por lo menos 91 mujeres en la Plaza Tahrir durante las protestas que iniciaron el 30 de junio de 2013 en medio de un clima de impunidad”.
El subdirector para Medio Oriente de Human Rights Watch, Joe Stork, declaró que “los desenfrenados ataques sexuales ocurridos durante las protestas en la plaza Tahrir ponen de manifiesto las fallas del gobierno y de todos los actores políticos, quienes no han podido hacer frente a la violencia sexual que experimentan diariamente las mujeres de Egipto en los espacios públicos.
“Estos son delitos graves que frenan la plena participación de las mujeres en la vida pública de Egipto en un momento crítico para el desarrollo del país”.
De acuerdo a las cifras reportadas por el grupo Operación anti Acoso/Asalto sexual, que cuenta con una línea de teléfono para ayudar a las mujeres víctimas de estos actos, entre los días 30 de junio y 1 y 2 de julio hubo, al menos, 86 agresiones. Pero esto, claro, sin contar los casos que no se reportaron que, según coinciden varias organizaciones, de seguro fueron muchos más.
Los detalles dan también una idea de la brutalidad a la que están expuestas como consecuencia de la mentalidad machista imperante.
HRW, sin adentrarse muchos en ellos, señala que las mujeres fueron golpeadas con cadenas de metal, palos y sillas y que incluso algunas fueron atacadas con cuchillos. Además, que en algunos casos el tiempo de la agresión no fue inferior a los 45 minutos.
La respuesta del gobierno recién derrocado de Morsi ante estos sucesos que no son en absoluto novedosos aunque sí se haya extendido su alcance con las protestas, no ha sido otra que minimizar el problema o tratar de resolverlo únicamente a través de reformas legislativas, denunció también la organización.
Pero nada de esfuerzos concertados para mejorar la aplicación de la ley, de investigación efectiva o de sanciones para los atacantes.
Como siempre, parece que el feminismo y la lucha por la integridad de la mujer es una lucha secundaria. Nadie parece advertir que la verdadera revolución sólo puede ser aquella que incluya el feminismo.
“La revolución será feminista o no será” se torna así en un lema imprescindible en cada nueva protesta.
El muro humano
Pero los datos de los abusos también hicieron reaccionar a los presentes en Tahrir.
Ya en noviembre de 2012 se creó el grupo Operación anti Acoso/Asalto sexual (OpAntiSH, por la abreviación del inglés) y también desde entonces se organizaron espontáneamente voluntarios para ejercer de guardaespaldas o comenzaron a darse a conocer los talleres de autodefensa.
Pero el miércoles sucedió algo que llamó la atención visualmente. Según reportó El Huffington Post, ese día se creó un muro humano para proteger a las mujeres del abuso sexual.
Estas quedaron en el interior del muro, en una especie de círculo, y se podía observar que muchas de ellas estaban cubiertas con velo, lo cual llama la atención en un país que no es de los más islamistas y que puede explicarse por el miedo generado por los abusos y por la errónea idea de que la causa de una violación es la vestimenta de una mujer en lugar del hombre que no quiere contenerse.
Según un grupo de voluntarios de OpAntiSH, que trabajaba para combatir la violencia sexual en las manifestaciones, “había hombres con palos en la entrada del metro frente al KFC de Tahrir que atacaban a mujeres”.
Incluso la organización hizo un llamamiento a través de Twitter para que las mujeres no acudiesen a la plaza la noche del domingo por no ser zona segura para ellas.
Pero las mujeres egipcias están lejos de resignarse. Engy Gozlan, una miembro de OpAntiSH y una veterana luchadora por los derechos de la mujer, expresó a Periodismo Humano lo siguiente: “¡No, nos negamos a quedarnos en casa! ¡Nada puede impedir que nos unamos a las protestas! Estas calles nos pertenecen a nosotras tanto como a los hombres. ¡Éste es nuestro país y nos negamos a quedarnos calladas! ¡Vamos a hablar claro sobre el acoso sexual! ¡No hay ninguna revolución egipcia sin participación femenina y sin seguridad!“.
OMS: La violencia contra la mujer es una epidemia
Un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud a finales del pasado mes de junio en colaboración con la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica destacó que la violencia contra la mujer es “un problema de salud global de proporciones epidémicas”.
Según un comunicado de prensa de la misma organización, la violencia física o sexual afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial.
El informe, titulado “Estimaciones mundiales y regionales de la violencia contra la mujer: prevalencia y efectos de la violencia conyugal y de la violencia sexual no conyugal en la salud”, es el primer estudio sistemático de los datos mundiales sobre la violencia que la pareja u otras personas ejercen sobre las mujeres.
Según el reporte, casi un 35 por ciento de las mujeres experimentarán violencia dentro de su pareja o fuera de ella en algún momento de sus vidas. Pero, de hecho, sólo la violencia ejercida por la pareja afecta al 30 por ciento de las mujeres en todo el mundo.
Los efectos sobre la salud física y mental son devastadores: desde muerte y lesiones, hasta depresión, problemas con el alcohol, infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados, abortos y bebés con bajo peso al nacer.