Al cierre de la edición, Jimmy Morales aventajaba por 47 puntos porcentuales a Sandra Torres, su contrincante en la segunda vuelta de la elección presidencial de Guatemala.
La ventaja, con el 70 por ciento de las actas procesadas, se consideraba irreversible.
Jimmy Morales confiesa no tener un plan de gobierno claro, su partido fue fundado por ex militares de la época de la dictadura y sus detractores lo han acusado de racista. Sin embargo, ayer logró capitalizar el rechazo de la población a los políticos tradicionales y su virtual triunfo lo convierte en el 50º presidente de Guatemala.
De Guatemala a Guatepeor
Después de la euforia generalizada que causaron, primero la renuncia y luego el encarcelamiento del ex presidente Otto Pérez Molina, la jornada electoral de ayer se caracterizó por un fuerte abstencionismo.
Al cierre de las urnas los reportes indicaban un 60 por ciento de participación en la segunda vuelta. En la elección de septiembre votó más del 70 por ciento del padrón.
Ninguno de los dos candidatos logró entusiasmar a los guatemaltecos para el ballotage. Tras varios debates carentes de profundidad política, ayer fue evidente lo que muchos ya predecían: “el nuevo amanecer” para Guatemala tendrá que esperar.
Varios analistas aseguran que Jimmy Morales no resolverá pronto la crisis de Estado que vive el país Centroamericano. No tiene la capacidad ni el perfil de un estadista.
El nuevo presidente se dio a conocer a través de un programa de televisión llamado Moralejas.
Sus interpretaciones han sido ridiculizadas y criticadas por discriminar a los indígenas y a los descendientes de africanos – Morales se pintaba la cara de negro para interpretar a un mulato llamado Black Pitaya -. Su personaje más famoso se llamaba Neto, un ranchero guatemalteco que llegó a ser presidente en una película.
Morales ha negado públicamente que se haya cometido un genocidio contra los indígenas mayas durante la Guerra Civil y, en uno de los debates previos a la elección de ayer, reconoció que varios pastores evangélicos lo asesoraron para construir su programa electoral.
El recién electo presidente de Guatemala se opone al matrimonio homosexual y al aborto.
El ex comediante ganó las elecciones pero fue evidente que los guatemaltecos que votaron por él, lo hicieron porque no tuvieron mejores opciones.
Las protestas y movilizaciones ciudadanas que se gestaron después del destape de la red de corrupción aduanal conocida como La Línea, no fueron suficientes para generar opciones más representativas.
El factor Washington
La Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) fue el instrumento clave que permitió llevar ante los tribunales a un ex presidente acusado de corrupción.
A principios del año, Otto Pérez Molina había desacreditado la efectividad de la CICIG y anticipaba el final de sus operaciones en Guatemala. Muchos, incluido Pérez Molina, cuestionaron el intervencionismo de una comisión extranjera que, de acuerdo a esas voces, violentaba la soberanía del país centroamericano.
Pero la Comisión de la ONU se mantuvo en Guatemala gracias a la injerencia directa de Joe Biden, el vicepresidente de los Estados Unidos. Eventualmente la CICIG concentró suficiente evidencia para destapar el escándalo de corrupción al interior del gobierno y terminar con la carrera política de Pérez Molina.
Las acusaciones de la CICIG crearon la indignación necesaria para que los guatemaltecos salieran a las calles para exigir la renuncia de su presidente. Cuando se logró el objetivo, el optimismo de esa victoria anticipaba una primavera Guatemalteca similar a la que se gestó hace cuatro años en el norte de África.
En poco tiempo, el idilio democrático de la primavera árabe se desvaneció violentamente. Algo similar está ocurriendo en Guatemala. Lo que parecía un avance democrático en la región, se ha convertido rápidamente en un retroceso.
Una vez más, el intervencionismo de EU devino en protestas y movilizaciones generalizadas, que provocaron a su vez el colapso de un gobierno.
No obstante, los vicios de la administración de Pérez Molina permanecen. Con la victoria de Jimmy Morales también han renacido los fantasmas de la dictadura militar.
EU hizo todo lo posible por destruir la red de corrupción aduanal que favorecía a la clase política guatemalteca y a países como Taiwán, uno de los principales beneficiarios de La Línea.
Jimmy Morales dice que seguirá apoyando a la CICIG para exterminar el cáncer de la corrupción en su país. Muchos, por otro lado, creen que los guatemaltecos deberían haber repasado la historia reciente del Norte de África antes de elegir a Morales.
Las intenciones de Estados Unidos en sus múltiples intervenciones alrededor del mundo han probado, más de una vez, no estar del lado de los ciudadanos o de la democracia.
Ya sea de manera violenta o de forma pacífica, al final el elemento imperante para EU es contar con un gobierno que pueda manipular para perpetuar su hegemonía alrededor del orbe.
Guatemala ha sufrido ya las consecuencias del modus operandi de Washington en el extranjero. Una ciudadanía cansada de su decrépita clase política apresuró la debacle de su gobierno, pero los tiempos y las circunstancias los han puesto en la antesala de un periodo con características muy similares al anterior.