A 10 años de WikiLeaks
El nombre mundialmente conocido tomó su forma un 4 de octubre de 2006.
Andrea Montes Renaud
El nombre mundialmente conocido tomó su forma un 4 de octubre de 2006.
Diez años más tarde, la plataforma para la difusión de información secreta celebra no sólo su primera década de existencia, sino la propagación de diversas plataformas que, inspiradas en su método, no hacen más que resaltar el papel trascendental que ha tenido WikiLeaks en el seno de la sociedad.
Aunque al día de hoy cerca de 10 millones de documentos han sido filtrados y publicados a lo largo de una década, y constituyen una masa invaluable de información, fue hasta el año 2010 que se convirtió en un actor importante.
Primero, con la publicación de un video llamado “Daño colateral” que mostraba la grabación de un helicóptero del ejército norteamericano operando dentro de Irak y que asesinó deliberadamente a dos fotógrafos de la agencia Reuters, y luego disparó contra una ambulancia.
La información transmitida por WikiLeaks en exclusiva a tres periódicos, The Guardian, Der Spiegel y The New York Times, que tuvieron acceso a 92 mil notas e informes, permitió al público en general la transcripción de las conversaciones de los pilotos, y será una técnica utilizada más tarde por la organización en el caso de varios escándalos.
Ese mismo año vino el escándalo del “Cablegate”, una de las fugas de información más importante en la historia de Estados Unidos.
La organización mediática hizo del dominio público cerca de 250 mil documentos confidenciales que revelaron las crudas consecuencias de la guerra en Afganistán, sus daños colaterales y las decisiones y errores del Gobierno de Estados Unidos.
Popularizar a los hackers
La cuestión de WikiLeaks es siempre un tema complicado. En primer lugar, por el problema de su fundador Julian Assange, encerrado desde hace cuatro años en la Embajada de Ecuador en Londres, bajo la solicitud de una orden de arresto internacional emitida por Suecia, donde se le acusa de violación.
Pero también está el factor Rusia en juego. Desde que Assange participó en una emisión de Russia Today –transmitida por una televisora financiada por el Kremlin–, el australiano ha sido fuertemente acusado de cooperar para el gobierno de Vladimir Putin y de estar detrás de los ataques informáticos de más de 20 mil correos extraídos de la plataforma del Partido Demócrata, liberados en su portal a finales de agosto.
Assange niega cualquier vínculo con Rusia, o tener cualquier otra agenda política, lo que no impide que estas sospechas afecten la imagen WikiLeaks.
Sobre todo porque se suman a la furia personal que predica el australiano contra Hillary Clinton, de quien ha anunciado en diversas conferencias de prensa que podría “hacerla arrestar en cualquier momento”.
No deja de ser una posición que, le guste o no, lo convierte en un aliado inintencionado del Partido Republicano y la campaña de Donald Trump.
Es por ello que WikiLeaks se ha convertido en un objeto ambiguo, especialmente cuando el sitio alimenta las teorías de conspiración más delirantes, y se imponen dos cuestiones.
La primera, ¿ha cambiado algo en el ecosistema de la información? Sí, sin duda. Y aunque no inventó el sistema de denunciantes, sí popularizó esta función social de los hackers.
Tal y como lo demuestra el hecho de que algunos de ellos –como la exsoldado Chelsea Manning, acusada de ser la fuente del “Cablegate” y condenada a 35 años de prisión en 2013– se hayan convertido en iconos.
Una revolución
WikiLeaks abrió el camino para que la fuga de archivos en masa se haya convertido en una nueva manera de hacer periodismo, que requiere de periodistas que conocen el manejo de bases de datos y la coordinación de especialistas en informática que saben cómo hacer hablar dichos datos.
A ello se suma la preocupación de asegurar la comunicación con la prensa, esencial para proteger a la fuente y a la información.
Quienes después de su aparición manifiestan su desconfianza con la ideología de la transparencia, se han tenido que ir adaptando al movimiento del Open Data.
Impulsó la idea de que hay revelaciones importantes dentro de las enormes masas de datos producidos y manipulados por los gobiernos. Y que estos datos albergan una buena parte del poder.
Se suma a la idea de que dentro de un mundo cada vez más digitalizado, los contrapoderes serán también informáticos. Eso es también un legado de WikiLeaks.
Legado de WikiLeaks
La organización mediática aporta nuevas herramientas de información:
Abre el camino para que la fuga de archivos en masa se convierta en una nueva manera de hacer
periodismo.
Requiere de periodistas que conocen el manejo de bases de datos y la coordinación con especialistas en informática.
Su movimiento del Open Data es un contrapeso frente a quienes manifiestan su desconfianza con la ideología de la transparencia.
Impulsa la idea de que hay revelaciones importantes dentro de las masas de datos producidos y manipulados por los gobiernos, que albergarían una buena parte del poder.
Destaca el concepto de que dentro de un mundo cada vez más digitalizado, los contrapoderes serán también informáticos.
Se defenderá de Clinton
Acusado de servir a los intereses de la candidatura de Donald Trump, este martes el fundador de WikiLeaks anunció que con motivo del décimo aniversario las filtraciones serán cada semana hasta la celebración de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre.
“WikiLeaks amplificará las publicaciones para defenderse de Estados Unidos, particularmente de Hillary Clinton y sus aliados, ya que es ella la que está más expuesta”, dijo Julian Assange.
“No vamos a aplicar la autocensura sólo porque hay elecciones en ese país”, argumentó Assange al diario alemán Der Spiegel, afirmando tener documentos igual de críticos sobre el gobierno de Vladimir Putin.
Estos nuevos documentos contienen “información relevante sobre la guerra, el tráfico de armas, el petróleo, Google, las elecciones y la vigilancia en masa”.