¡Aire limpio YA!
Sigo perdiendo la cuenta de la cantidad de columnas que he escrito en este medio sobre lo que era importante hasta hace algunos años y hoy se ha convertido en urgente por la negligencia y omisión, así como la falta de creatividad e incentivos, por parte de las autoridades competentes en todos aquellos indicadores que […]
Indira KempisSigo perdiendo la cuenta de la cantidad de columnas que he escrito en este medio sobre lo que era importante hasta hace algunos años y hoy se ha convertido en urgente por la negligencia y omisión, así como la falta de creatividad e incentivos, por parte de las autoridades competentes en todos aquellos indicadores que contribuyen a tener una elevada calidad del aire que respiramos.
Increíble a lo que llegamos. Lo digo en plural. Porque en esto de cuidar nuestros recursos naturales básicos de sobrevivencia, como el agua y el aire, no debería ser sólo y exclusivamente una responsabilidad gubernamental. Aunque, por otra parte, entre más investigo sobre este problema público, también reconozco que la falta de visión, de ética y de talento desde hace décadas en esos espacios de lo público está teniendo altos costos en el presente.
La deuda histórica de Nuevo León es su desarrollo Urbano. En rezago siempre. Que también infiere directamente en lo que respiramos y nuestra calidad de vida. Por eso mismo, desde hace muchos años personas como Gerardo Mejía, Alfonso Martínez y Gabriel Todd (quienes hoy pertenecen al Observatorio de la Calidad del Aire en Nuevo León) han dedicado su vida (entre las instituciones publicas, privadas y de la sociedad civil en las que han trabajado) para mínimo hacer visible una agenda del futuro ya que nos alcanzó a todos.
Con esta valiosa información que ellos han recopilado y que generosamente comparten, desde diciembre comenzamos a trabajar desde el Senado todas las opciones legales posibles para contribuir en lo que nos toca hacer.
Respirar aire limpio debería ser algo “natural”. No obstante, en la Zona Metropolitana de Monterrey no lo es. Miles (de los que sabemos y falta los que no sabemos) de habitantes tenemos nuestra salud pendiente de un hilo no resuelto que provoca, además de muertes que podrían no serlo, baja productividad, ausencias escolares y dolores crónicos que se pagan con dinero en los hospitales, con los médicos y en medicamentos.
Esto último las personas que gozan del privilegio de poder pagarlos, y ¿los que no? Los y las que no están padeciendo los mismos efectos sin poder contrarrestarlos de ninguna forma.
Tan sólo una máscara que puede filtrar en 99 por ciento de confiabilidad partículas 2.5 M (que son altamente nocivas para nuestros pulmones) cuesta más de 2 mil pesos mexicanos y, para variar, hay que cambiarle los filtros cuyo costo es de 717 pesos. Hagamos cuentas.
Que esta crisis no se trata de andar comprando máscaras, filtros, purificadores de aire. El Estado y la ciudadanía tienen que incidir en que no exista tal necesidad de comprarlos ni de ricos ni de pobres.
Somos lo que respiramos. Estoy convencida desde hace años junto a Gerardo, Alfonso y Gabriel, que no podemos seguir así. Este día logramos junto con el Observatorio de Calidad del Aire que la Comisión de Energía por unanimidad aprobara un punto de acuerdo para exhortar a la CRE (Comisión Reguladora de Energía), que metimos hace 4 largos y eternos meses burocráticos, que se modifique la norma que determina la calidad de la gasolina. Falta el Pleno del Senado y las gestiones con una CRE que todavía no termina de “llegar” a sus funciones.
Pero aquí estamos intentando que resulte. Y lo que falta, porque si somos lo que respiramos, ¡imagine qué somos!