Al buen entendedor NINGUNA palabra

Un día me tocó escuchar la conversación de dos amigas, donde una le contaba a la otra que estaba harta de su esposo, que por más que hacía para que la relación mejorara, le era cada vez más difícil. La otra no dudó en decirle "divórciate".

Siempre hemos creído que cuando alguien nos busca para desahogarse o contarnos un problema es para que nosotros le demos una solución o consejo, y no es así.

Leyendo a Jerry Jampolsky me sorprendió reconocer que estamos más pendientes de dar una respuesta a lo que el otro nos dice que a ofrecerle la escucha que solicita.

Annette Manautou Annette Manautou Publicado el
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Un día me tocó escuchar la conversación de dos amigas, donde una le contaba a la otra que estaba harta de su esposo, que por más que hacía para que la relación mejorara, le era cada vez más difícil. La otra no dudó en decirle “divórciate”.

Siempre hemos creído que cuando alguien nos busca para desahogarse o contarnos un problema es para que nosotros le demos una solución o consejo, y no es así.

Leyendo a Jerry Jampolsky me sorprendió reconocer que estamos más pendientes de dar una respuesta a lo que el otro nos dice que a ofrecerle la escucha que solicita.

Jampolsky, fundador de “Curación de actitudes”, dice que es necesario escuchar con el corazón, olvidarse de juicios, interpretaciones, soluciones o emociones como lástima o enojo por lo que estamos oyendo.

Las personas queremos ser escuchadas simplemente para desahogarnos,  buscamos que alguien nos comprenda y se solidarice con nuestro problema, no deseamos ser interrumpidos por una ristra de consejos o críticas.

Otro elemento importante que todos buscamos es que se valide nuestro sentir. A veces le decimos a quien nos cuenta su problema “eso que te preocupa no es nada importante” y dejamos de ver que para él sí lo es, porque lo que te hace sufrir a ti no es lo mismo que hace sufrir al otro.

Si escuchas con amor y te conectas con la certeza de que el otro saldrá de ese pozo, él encontrará su propia respuesta, pues meternos al mismo pozo con él, no soluciona.

El proceso para encontrar soluciones es distinto en cada persona, tal vez para ti es simple y accesible, pero el otro agobiado por su problema no la puede ver. Acuérdate cuántas veces te has ahogado en un vaso de agua. 

El que sabe escuchar sabe ver al otro capaz de resolver, propicia un ambiente seguro con discreción absoluta y de amor incondicional. Sabe aceptar y validar lo que el otro está sintiendo, sabe respetar su proceso y sin decir ni una palabra le muestra que todo estará bien.

Existen algunos elementos que podemos usar en lugar de dar consejos o sugerencias: Se puede animar a la persona a vivir en el presente e invitarlo a ver la situación que le aflige de otro modo. Parafrasea repitiendo lo que te dice para que le quede claro lo que está expresando y sepa que lo estás escuchando con atención. Pregúntale: ¿cómo te sientes con esto? ¿Qué te gustaría hacer al respecto? ¿Esa solución que propones te une o te separa de la persona con la que estás en conflicto? ¿Esta manera de ver el problema te da paz o conflicto? 

Son solo preguntas, no se espera que añadas tu opinión, hay que tener presente que el otro encontrará su respuesta.

Es irónico, pero la mayoría aprendimos a ver claras las respuestas para los problemas de los otros y a no ver las nuestras. Tenemos la mala costumbre de pretender arreglarle la vida a los demás olvidándonos de arreglar la nuestra.

Osho afirma que cuando escuchas atentamente a alguien, te olvidas de ti mismo, si no te puedes olvidar de ti mismo, nunca escucharás.

Te invito a convertirte en buen escucha, aprendiendo a respetar el sentir y proceder del otro que lo único que necesita es nuestro amor incondicional.

“Saber escuchar es uno de los secretos básicos para entrar en el templo de Dios”, Osho

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