Cuando comenzamos a trabajar en algunos de los barrios de la ciudad, me ha llamado la atención encontrar que dentro de las cinco problemáticas principales el tema de las mascotas, principalmente perros y gatos, es uno que se considera como prioritario a resolver.
La mayor parte de los habitantes no saben qué hacer con aquellos que están enfermos, abandonados, o cuyos dueños los descuidan al grado que otros vecinos comienzan a verse afectados por la falta de responsabilidad.
Está claro que los animales domésticos son parte de nuestra cotidianidad por elección nuestra.
En algún momento de la civilización se nos ocurrió que ellos también eran parte fundamental de la supervivencia humana.
Quizá el cariño natural no tenga precisamente raíces profundas en cualquier premisa darwiniana, pero de que han sido importantes para nosotros, lo son.
Admito que no entendía esa relación tan cercana hasta que tuve a mi perro en casa.
Mango, a quien consideramos como un miembro de la familia, es un cachorro de nueve meses que llegó hace seis en manos de un amigo que no tuvo en dónde dejarlo para adopción (puesto que lo recogió de la calle) y me lo encargó.
En un principio, pensamos que lo cuidaríamos un par de días mientras acudíamos a alguna institución experta en estos menesteres, pero fue tanto el “amor a primera vista” que terminamos por dejarlo en casa.
Cuidar de él ha sido una tarea ardua, primero como proceso de adaptación porque durante años no tuvimos una mascota, lo que hace evidente la falta de práctica, pero también porque cuando llegó su cuerpo estaba muy enfermo y su recuperación costó no sólo en tiempo o dinero, sino también en esfuerzo físico de su parte y de la nuestra para que se acelerara.
Hoy es un cachorro sano y juguetón.
La historia de estos seis meses nos hizo meternos en un mundo desconocido.
Poco a poco, tuvimos que involucrarnos no sólo en aspectos de la salud de Mango, sino en las implicaciones públicas que derivan de convivir con un animal doméstico.
Entendimos, de principio, la gran responsabilidad que representa.
No son para menos las iniciativas que han surgido desde la sociedad civil para concientizarnos sobre el problema que se presenta, o podría presentarse ante la ausencia de dueños responsables de sus mascotas.
De ahí también las campañas que realizan organizaciones internacionales para colocar en la agenda temas como la alimentación, el rescate de animales callejeros, la adopción, entre otros.
Compartiendo esa misma agenda en Monterrey existe LUCA A.C., o PRODAN A.C., cuya labor ha generado resultados exitosos.
También, en el estado de Nuevo León contamos con la Ley de Protección Animal que en su última reforma se enfocó en la protección de animales maltratados.
Sin embargo, estas iniciativas requieren de mayor vigilancia en su cumplimiento, o bien, tales organizaciones mucho más apoyo para poder seguir efectuando la labor tan importante que desempeñan.
No es, entonces, minimizar el hecho de que la compra legal o ilegal de animales debe ser supervisada o sancionada según sea el caso, que también deberían existir más refugios o campañas que permitan visualizar que tener un animal en casa no es cualquier cosa, y que realmente nuestras mascotas como seres vivos, que son, necesitan de cuidados, atención y cariño que sólo pueden asumir personas altamente responsables.
De otra forma, se generan problemas en el espacio público que son costosos no sólo para los gobiernos, sino incluso para nuestra salud pública o para la convivencia sana en los vecindarios.