Siempre es muy importante ayudar. Más allá de lo que podamos darle a alguien o de que podamos hacer algo por otra persona, es importante estar presente; pero este acto tiene que ser desinteresado. Esto es bastante difícil de entender y sobre todo de realizar.
Dice el dicho: “Haz el bien y no mires a quién”.
Tiene mucho sentido porque hay campañas de diferentes marcas que van dirigidas a un sector en específico. Creo que en este momento es importante no pensar en cómo se apoya, sino hacerlo.
Hay que felicitar la acción de muchas empresas que hacen iniciativas en general para ayudar desde el sector privado, es decir, que tienen cero obligación y aun así lo llevan a cabo. Este sentido de ayuda los hace movilizarse para conseguir diferentes productos u ofrecer apoyos económicos como una responsabilidad social que adoptan en sus comportamientos. ¡Qué bueno!
Pero en el fuero particular tienes que estar dispuesto a ayudar con todo lo que esto conlleva. Hay que liberarnos de la carga del dar y recibir, y ofrecer lo que tenemos para que otra persona lo obtenga, sin esperar nada a cambio.
Y nada es nada. Ni siquiera un “gracias” o un gesto por respuesta. De esta forma es como tenemos que dar.
Debes de entender que cuando recibimos una descortesía, tenemos que verla como una enseñanza. A veces, las personas malagradecidas están para enseñarnos algo. En cada experiencia como ésta, de seguro te quedará algún aprendizaje.
Esa es tu retribución, aprender muchísimo más de la persona por un acto, que todo lo que pudiste percibir anteriormente desde que la conociste.
Todos necesitamos en algún momento de una primera ayuda que nos impulse. Es importante reconocer que cuando alguien te da algo, ese impulso lo genera desde su corazón y por ello es importante ser agradecido.
Muchas veces se puede ser bondadoso con más gente, además de tu familia y amigos. Si alguien te ofreció su confianza y se la jugó contigo, lo único que necesitas es echar todo para adelante, y jamás olvidar el favor.
Para el caso de las personas que se les olvida, más allá de revanchas o de castigos, lo más conveniente es ofrecerles el perdón.
Pero hablo de un perdón desinteresado. Piensa que a esta persona en la que confiaste de repente se le olvidó el favor y te puede hacer un fraude o alguna otra mala jugada, pero ello no tiene que afectarte de ninguna forma ni en tu relación con los tuyos.
Agradece mucho el aprendizaje, muchas veces puede ser incluso un amigo de años o un vecino que dejó de valorar tu amistad. Para eso, el mejor y tal vez el único remedio para tu alma, es necesariamente el perdón, desinteresado y desde adentro.