Bitácora ciudadana
Suena el despertador por las mañanas y el ciudadano común debe levantarse y prepararse para salir a trabajar. Si tiene la suerte de tener automóvil, se podría decir que las cosas se le facilitan, pero si no, pues, al final se topan con un tráfico tremendo que “compensa” el tiempo perdido en el traslado del camión.
Tatiana ClouthierSuena el despertador por las mañanas y el ciudadano común debe levantarse y prepararse para salir a trabajar. Si tiene la suerte de tener automóvil, se podría decir que las cosas se le facilitan, pero si no, pues, al final se topan con un tráfico tremendo que “compensa” el tiempo perdido en el traslado del camión.
En el otro extremo está el ciudadano que debe pagar transporte público, un servicio ineficiente y caro en nuestro estado. ¿Qué sigue? Llegar al trabajo, regresar a casa mal comido, agotado, afectado por el calor, para luego tener que atender los asuntos de los hijos, la pareja, hacer el súper y los quehaceres de la casa. Y un largo etcétera.
Si existe conciencia de que vivimos en comunidad, toca asistir a la junta de vecinos y pagar la cuota de mantenimiento de la colonia. Luego prepararse para cumplir con el pago de impuestos: los prediales, el IVA, el de la gasolina, entre otros.
Pero si estas personas comunes tienen responsabilidad civil y se consideran ciudadanos, tienen más compromisos que cumplir como el de participar activamente en los asuntos de la ciudad, leer, estudiar y planificar estrategias para presionar y dar seguimiento a los servidores públicos para que cumplan y hagan las cosas como uno cree que son mejores para la mayoría y no para los intereses de un partido político.
En definitiva: los ciudadanos de México, los de un estado como Nuevo León, trabajan el doble que aquellos funcionarios que cobran del erario y fueron electos por los ciudadanos para resolver los problemas de la entidad.
El burócrata común y corriente inicia a una hora y al tocar la campana de salida corre sin ningún remordimiento. Sabe que su turno ha terminado y no habrá consecuencias si se va dejando inconclusa alguna tarea.
El servidor público electo tiene más chance de hacer como que trabaja porque tiene asesores, secretarias, apoyos técnicos y hasta chofer para que lo traslade en algunos casos y de pilón trae en friega a los ciudadanos para que le hagan la chamba y no tenga que comprometerse.
Definitivamente que la balanza está dispareja y algo no funciona en la bitácora del servidor público.
Y mientras el sistema no funciona, el gobernador de Nuevo León toma ventaja y sigue endeudando las finanzas estatales.
Ahora Rodrigo Medina va por más deuda pagando comisiones mayores. Esto quiere decir que dejará el estado más que quebrado y endeudado que nadie. Así que aquellos que andan buscando ser gobernadores (as) deberían de plantearse qué harán para administrar la pobreza, las deudas y sobre todo las exigencias y los reclamos de una sociedad cansada de que no suceda lo que debería de suceder.
¿Y qué es lo que se supone debe de suceder en un estado como Nuevo León? Pues para empezar una eficiente administración de los recursos públicos y el cumplimiento de las demandas mínimas que debe garantizar una autoridad.
Hoy vale la pena cuestionarse entonces qué tipo de perfil se requiere para gobernar Nuevo León: ¿Una mujer bella o un hombre guapo? ¿Una persona que caiga bien? ¿Alguien que luzca bien en los spots o alguien que sepa fajarse bien y reducir el gasto corriente y administrar la poca lana que tiene el Estado?
Y mientras tanto, los diputados del Congreso de Nuevo León se la pasan de fiesta sin hacer lo que les toca hacer como es detener el derroche de recursos del gobernador del Estado.