Siempre he pensado que una sociedad que no protesta es una sociedad enferma. México se enfermó durante los 300 años de la colonia dominados por la Santa Inquisición, la institución favorita de Lucifer, tres siglos durante los cuales se perseguía a quien “pensara peligroso” (ya no se diga a quien se atreviera a escribir textos clandestinos opuestos al clero católico), se quemaba vivas a las personas en las plazas públicas, sobre todo a los judíos adinerados, o se torturaba hasta producir la muerte en los sótanos del palacio negro inquisitorial a quienes, entre otras razones, leyera libros de la Ilustración, del Enciclopedismo o narraciones relativas a los Derechos Universales del Hombre.
La Inquisición nos enseñó a no protestar, a resignarnos a nuestra suerte escrita por un Dios vengativo que podía caer en trágicos ataques de ira.
Después, durante el porfiriato, constatamos cómo eran encerrados en San Juan de Ulúa quienes protestaban en contra de la dictadura. Sus cadáveres eran tirados al mar o enterrados en las tibias arenas de Veracruz para que sus carnes pútridas fueran devoradasgolosamente por los cangrejos del trópico. Durante los años regresivos de la dictadura huertista o los de la diarquía Obregón-Calles o los de la Dictadura Perfecta, los opositores eran asesinados o auditados y encarcelados, ahora en Lecumberri, acusados de defraudación fiscal y embargados sus bienes por haber agredido a su majestad imperial, el Presidente de la República en turno. ¿Qué tal cuando Echeverría largó a Scherer de Excelsior en uso y abuso de sus inmensos e irrefutables poderes políticos?
Hace dos días asistimos en México a un evento inédito en un ciudadano ejemplar: Joaquín Vargas, quien se atrevió no solo a protestar sino a acusar de vengativa a la administración calderonista, es decir, denunció las arbitrariedades cometidas en su contra por el propio Jefe de la Nación.
Ni los coahuilenses ni los veracruzanos ni los michoacanos protestaron cuando se hipotecó la vida de sus hijos por escandalosos fraudes cometidos por sus respectivos gobernadores, como tampoco protestaron las cámaras respectivas a las que pertenecen Soriana y Monex cuando atacaron impunemente a sus agremiados. Vargas Guajardo sí protestó y advirtió la tenencia de pruebas para quienes intenten refutarlo.
Desconozco a quién le asiste la razón legal en este nuevo entuerto federal, solo que todo parece indicar que Vargas Guajardo tiene argumentos de los que carece el gobierno ante lo que puede llegar a ser un nuevo Michoacanazo o un “Hankazo”, o “Generalazo”, otro fiasco como el que ya se prevé en el caso de los militares arbitrariamente detenidos. Lo primero que se debe destacar son las agallas de un mexicano que se enfrenta en los medios al gobierno de la República por la razón que sea. Su actitud era impensable hace 20 años. Es la hora de aprender de su ejemplo. ¿Que puede ser auditado o expropiados más bienes de sus empresas? Lo dudo. Si en esta difícil coyuntura la autoridad incautara otras propiedades de Vargas Guajardo quedaría demostrada su culpabilidad como un ente público vengativo desconocedor de la legalidad.
Vargas Guajardo dio un paso valiente. Le falta dar el otro, el de la exhibición de las pruebas que tenga a su favor… ¡Bravo, Joaquín, bravo, bravísimo!