Si podemos resumir en una sola frase corta la sensación y el éxito de este Campeonato Mundial de Rallies en su etapa de Guanajuato, sería: magia a 200 kilómetros por hora.
De entrada imagine usted que 28 etapas, de 22 kilómetros, de 40 kilómetros, disputadas en tres días con cronometración exacta, se puede definir el primer lugar con apenas 13 segundos.
Eso es magia y es una forma de conducir de los pilotos más completos del planeta y sus copilotos, ahorita le platico por qué, son cruciales y definitivos.
A los copilotos en muchas ocasiones no les hacemos tanto caso porque el que destaca es el piloto, es el que maneja, pero el copiloto, el que va pegadito a él, con una comunicación de radio directa, muy estrecha, es el que le va diciendo: “viene una curva a la derecha, es una curva cerrada, es una curva a la izquierda, aquí si tenemos confianza, viene una bajada, dale, quítale”, es una tensión enorme entre pilotos y copilotos, a tal grado que a veces se gritan, se insultan, se bajan del auto y luego tienen que darse un abrazo, se necesitan conocer estrechamente y además confiar uno en el otro. El copiloto es al final de cuentas los ojos del piloto.
De entrada es mágico que se haya arrancado en el Zócalo de la Ciudad de México, ahí, en muy poco espacio, lograron velocidades de 200 kilómetros por hora, estamos hablando del espacio abierto del Zócalo.
Esta etapa se cronometró y duró para cada piloto tres minutos y medio las dos vueltas a este circuito, donde además llovió.
Después suben los autos y los fierros a unos transportes de estos llamados nodrizas, y se van rumbo a León, porque al día siguiente, a las 7 de la mañana arrancaba la etapa del viernes, los pilotos y las tripulaciones se van en aviones chárter.
Solamente que un accidente triste, lamentable en la carretera rumbo a León, en Querétaro, en ese tramo, detuvo la carretera por muchas horas y los autos llegaron apenas por la madrugada, un poquito después, por lo que se cancelaron unas etapas, se tuvo que seguir con lo cual se apretó más la presión en los pilotos, en los copilotos y sobre todo en las tripulaciones y en los mecánicos, que tuvieron que trabajar no solamente horas extras, sino muy extras.
Pero todo se reduce a la ultima etapa, en la que traía 30 segundos de ventaja Kriss Meeke y Paul Nagle, la tripulación británica en Citröen, sobre Sebastian Ogier y su Ford.
Detrás venían Thierry Neuville, el belga en Hyundai; el estonio Ott Tanak de Ford; Jari-Matti Latvala en Toyota, pero esa ventaja de 30 segundos, es en una etapa corta de veintitantos kilómetros pero es en bajada y curvas en la terracería.
Ya habían pasado todos y solamente venía Kriss Meeke, pudo haberse detenido un poco y ganar la etapa, los pilotos tienen eso, la adrenalina, salta mal y antes de saltar había tomado mal algunas curvas y cae en un huequito, en una piedra y se va a la cuneta en la que está un estacionamiento público más adelante, ahí aparece la razón de los copilotos y Paul Nagle le empieza a decir: “aquí a la derecha, ahí hay una subidita, cuidado”, salen y regresan y logran ganar el Rally con 13 segundos, solo perdió 20 segundos en ese despiste en el que pudo haber chocado con cualquier auto estacionado.
Por eso le digo, para definir este Rally extraordinario y los cerca de 200 mil espectadores que por ahí estuvimos sumados todos los del día, es magia a 200 kilómetros por hora.