La foto lo cambió todo. Cuando el presidente en turno y el presidente electo ofrecen una conferencia de prensa, respaldados por sus respectivos gabinetes, el mensaje no puede ser otro, más que el de “quítate que ya llegué”. Piénselo, cuando uno ve a López Obrador postrado detrás de uno de esos presidiums que utilizaba el presidente Peña Nieto, con el símbolo del lábaro patrio, que identifica al Ejecutivo Federal, no hay más opción que darle un trago a la realidad. Que le caiga el veinte a la gente, este sexenio ya se acabó.
Sin embargo, con el prólogo de la presidencia lopezobradorista y el de la nueva legislatura, que se conforma en diez días, también se acaba el coqueteo. Llegó la hora de decidir y de alejarse de los supuestos. ¿Habrá o no habrá aeropuerto? ¿Habrá o no habrá proyectos?
¿Se mantendrán los planeados?
Y es que son estos temas estratégicos, que ultimadamente son de seguridad nacional, los que deben resolverse ya.
Pongamos como ejemplo el capítulo energético, en la renegociación del Tratado de Libre Comercio. El gobierno en turno está a favor de incluirlo, el entrante está en contra.
Y la realidad es que como se demostró, y también mostró de manera “políticamente correcta” el presidente Peña, hay una seria diferencia entre las posturas.
Por ello, que es importante ubicar esas diferencias en la escala de las dimensiones estratégicas. Unas son políticas, otras económicas y otras sociales. Y aunque todas son nacionales, la del TLC tiene una arista geopolítica imposible de ignorar. No es lo mismo echar para atrás la reforma educativa o replantearse que revisar o poner en riesgo una reforma –o al menos el elemento energético– en un esquema económico internacional.
The Wall Street Journal abordó el tema de que aunque el congreso estadounidense estará muy dividido por las posturas, tanto de Trump como del establishment republicano, incluir el capítulo energético no incluido en la versión original del 94, le daría mayor incentivo al Capitolio, para aprobar una nueva versión del TLC. Y eso es, porque aun sin capítulo, las empresas estadounidenses ya invierten y generan miles de millones de dólares en México, en dicho sector. Estas empresas y sus utilidades no sólo dan empleo a México, sino que representan a todas las circunscripciones políticas de Estados Unidos, rojas o azules, por igual.
Andrés Manuel López Obrador logró tranquilizar a los mercados internacionales en el último trecho de su campaña y reafirmó su compromiso con el sector económico, nacional e internacional, luego de su victoria.
Sin embargo, la incertidumbre en torno a proyectos estratégicos, estando tan lejos de Dios, pero tan cercano a tener mayoría en el Congreso y tener la firma presidencial, comienza a generar incertidumbre.
Todo esto, mientras Estados Unidos enardece sus conflictos comerciales con China y Europa, con lo que México estaría perdiendo una oportunidad de capitalizar. Enviar mensajes de “cerrazón”, no sólo inhibirá las inversiones e incentivará la pérdida de valor del peso, sino que la política de austeridad será de lo que dependamos, al menos en el próximo año. Y eso, es jugarse un volado, sobre todo con la retórica ferviente de la cuarta transformación del país. Al tiempo.