Cara o Cruz
Una de las grandes aportaciones de las Leyes de Reforma de 1857 fue sin duda la declaración de laicidad del Estado. Fue el inicio de un periodo de liberalismo que ha perdurado a lo largo de la historia del México contemporáneo.
Una de las grandes aportaciones de las Leyes de Reforma de 1857 fue sin duda la declaración de laicidad del Estado. Fue el inicio de un periodo de liberalismo que ha perdurado a lo largo de la historia del México contemporáneo.
Las expresiones liberales del siglo XXI en el mundo no se han dejado esperar; desde las revoluciones en los países con mayor arraigo religioso como Medio Oriente –la Primavera Árabe– hasta los pasos inevitables como la elección del primer Presidente de origen afroamericano en Estados Unidos, la legalización de la mariguana en ciertos Estados y la resolución de la Suprema Corte de Justicia de aquel país sobre el matrimonio de personas del mismo sexo. Ya veremos si la revolución le hace justicia a nuestro vecino del norte y los libra de Trump, para darle pie a que habite por primera vez en la historia una mujer la Casa Blanca.
En México por su parte finalmente se decidió dar el paso.
El presidente Peña Nieto envió al Congreso dos iniciativas de ley –para algunos controversiales– pero que son congruentes con el rumbo hacia donde se dirige el mundo actual.
Sin embargo, tras el resultado de las elecciones del pasado 5 de junio hay quienes sugieren que estas iniciativas influyeron en la decisión de los electores y en consecuencia en la derrota del partido en el poder. Un argumento que resulta debatible dado que el partido del gobierno –el PRI– que envió las iniciativas “liberales”, compitió contra una alianza heterogénea, al menos en lo que se refiere al posicionamiento histórico de estas temáticas. Un partido conservador como es el PAN, en contra del matrimonio gay. Y el PRD, un partido que se ha pronunciado a favor del mismo.
En cualquier caso, más allá de eso, lo que resulta preocupante son los señalamientos sobre la presunta participación de la Iglesia en las campañas electorales. En las que supuestamente habría existido cabildeo eclesiástico en contra de ambas iniciativas, especialmente sobre la del matrimonio del mismo sexo.
Y es que por más que México y los mexicanos seamos un pueblo creyente, no existe cabida en la ley para que una entidad de poder no legal como lo es la Iglesia católica intervenga en los procesos electorales o en el quehacer constitucional de nuestros representantes.
Por que es esa misma retórica religiosa, que no tiene que ser radical para inspirar al odio y a la intolerancia. Por que, de serlo así, ya no sólo tendríamos que preocuparnos por las concurrentes balaceras entre grupos rivales de la delincuencia organizada, si no también por el psicópata que decide entrar a un bar o restaurante y abrir fuego a diestra y siniestra, como ocurrió el pasado domingo en Orlando.
Harían bien las autoridades eclesiásticas del país en tomar nota del mensaje que el gobierno federal, a través del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, envió de que sí se comprueba la participación de la Iglesia se actuará en consecuencia.
Por que bien está escrito en la Constitución de este país que, para fines electorales, sí se va a sacar la cruz se va a dar la cara.