Hace unos días se celebró en Estados Unidos el aniversario del célebre discurso “Yo tengo un Sueño” de Martin Luther King. Al igual que en México, en nuestro vecino del norte los políticos gustan apropiarse a los héroes patrios. En ese sentido Obama ha hecho un esfuerzo especial por emparentarse con la figura del pastor Luther King. No por nada juró a la presidencia utilizando la biblia del célebre luchador social
Para el presidente norteamericano es importante plantearse como el pináculo de una lucha que comenzó el siglo antepasado y que tuvo su momento más glorioso en aquel mítico discurso. Obama desea que la comunidad afroamericana lo entienda como un sucesor de la llama que encendió Luther King, heredero de su movimiento, acaso también la materialización de aquel sueño. Después de todo Obama es el primer presidente afroamericano en una nación que hasta hace unas décadas no les permitía sentarse en el mismo lado del camión que los blancos.
Sin embargo no todos están de acuerdo con dicha apropiación. El filósofo afroamericano Cornel West no ha escondido su indignación ante el oportunismo de Obama. “No usas su fuego profético (el de Luther King) para un momento de espectáculo presidencial sin entender el reto que (Luther King) puso ante aquellos que ostentan el poder sin importar el color de su piel”. Para West el simple hecho de ser afroamericano no le da derecho a nadie de presentarse como un legítimo heredero de King. El filósofo concluye que Obama no comparte los tres principios básicos de la lucha del pastor afroamericano: la lucha contra le segregación, la lucha contra la muerte de inocentes en una guerra injusta y el combate a la pobreza de todos los colores y que por ello es indigno de compararse con Luther King.
Por otra parte, en México la reforma energética ha resucitado al fantasma del general Lázaro Cárdenas, involuntario fantasma de mil batallas en cuanto al petróleo se refiere. Nada nuevo si consideramos la gran tradición Cardenista de “defensa” del petróleo. Lo extraño es que en esta ocasión reformistas y anti-reformistas han reivindicado el mito del General para su causa y la discusión sobre la Reforma se ha convertido en una batalla por un símbolo.
Por décadas Cuauhtémoc Cárdenas ha monopolizado el símbolo de su padre, legitimado por ese extraño respeto al derecho hereditario que tiene nuestra sociedad. Pero por el otro lado Roger Bartra tiene razón al explicar que EPN y el PRI también tienen derecho a su cachito de Cárdenas, después de todo el General fue el creador del priismo moderno.
Ciertamente la historia oficial nos ha querido enseñar que la historia está hecha de buenos y malos y todo político quiere apoderarse de los buenos. Los fantasmas juegan su rol en el inconsciente colectivo y ayudan a ganar elecciones o a defender el petróleo.
El problema viene cuando se confunden los símbolos con contenido y las reivindicaciones con argumentos. El ser afroamericano no le da derecho a Obama de reivindicar una lucha de la que no ha formado parte, como tampoco el ser hijo o heredero político de un presidente reemplaza a la discusión seria sobre el futuro energético de nuestro país. Es hora de que los políticos entiendan esto.