Yo crecí viéndote jugar. Como tantos mexicanos me volví blaugrana solo porque estabas tú, y sentí que pese a toda la desesperación que puede causar el eterno potencial incumplido de nuestro país, había cosas por las cuales estar orgulloso. Tus trazos de setenta metros, tus tiros libres, aquella imagen tuya con la famosa orejona de la Champions dieron a todos los mexicanos que gustan del futbol razones de orgullo y alegría.
Muchos de los jugadores con los que ahora compartes selección crecieron de la misma forma: viéndote triunfar en el mejor equipo de la historia y en algún nivel consciente o subconsciente, tus semillas empezaron a germinar. Tus proezas nunca dejaron de ser extraordinarias pero afortunadamente se empezaron a volver menos inverosímiles.
Como yo, muchos jóvenes mexicanos crecimos sabiendo que un mexicano podía triunfar en el mejor equipo del mundo. Si un mexicano, podía hacerlo, cualquier otro también podría. Los niños de entonces dejamos de jugar a ser Ronaldinhos o Ronaldos, empezamos a querer ser Márquez, el número 4.
Al hacer algo extraordinario, irónicamente volviste el triunfo algo mucho más cotidiano, asequible, ordinario. Las sociedades más exitosas aprecian el éxito, y sin embargo no lo ven como algo extraordinario sino como el mínimo aceptable. Si alguna vez hubo una mentalidad derrotista en nuestro país, si alguna vez el triunfo internacional nos pareció inalcanzable, tú te cansaste de demostrarnos que no lo era.
Esta generación de jugadores que lideras hoy en la cancha no le tiene miedo a nadie. Lejos están nuestros complejos de inferioridad. Este cambio de mentalidad se debe más a ti que a cualquier institución futbolística. Muchos de estos jugadores tienen la ilusión de irse a Europa aunque les cueste confort y lujos, tienen el hambre del triunfo, no del conformismo. No es casualidad: ellos no crecieron viendo al Jamaicón Villegas, te crecieron viendo a ti.
Hace unos meses, cuando estábamos al borde de la eliminación lancé una pregunta: ¿Cuántos de nosotros estamos entre los 32 mejores del mundo en lo que hacemos? ¿Por qué le exigimos a otros algo que nosotros mismos no hemos logrado en nuestras propias áreas? Sigo pensando que es una pregunta pertinente aunque un poco injusta. Muchas veces se necesitan ejemplos, inspiración, se necesitan líderes que nos muestren el camino.
El domingo estarás en la cancha una vez más buscando liderarnos hacía un nuevo triunfo. Será un partido memorable, porque es uno de los representativos más esperanzadores que ha tenido el país y se han vuelto un ejemplo de trabajo en equipo. Tú ya eres un consagrado, lo que hagas el domingo será tiempo extra, si no lo logran, no pasa nada, pero lo lograrán y será posiblemente el triunfo más bello de tu formidable carrera.
Pero tu triunfo no está en el palmarés de tu carrera, tu verdadero triunfo está en los compañeros de la selección que hoy capitaneas, como representantes de esa generación de jóvenes que ya no tenemos miedo de triunfar. Esa generación que acaso inconscientemente asimiló la cotidianeidad de tus goles en el Barca y que se fue acostumbrando a escuchar tu nombre junto al de Messi, Xavi, Ronaldinho y otras leyendas.
Antes de comenzar el partido voltea hacía tus lados, hacer historia es importante pero tú lo que has hecho es presente, es futuro, ahí están ellos.