Patear a la élite
Invitados por el Consejo Nuevo León, un grupo de comunicadores y dueños de los medios escuchamos a Jesús Silva-Herzog Márquez hablar sobre las frágiles realidades en las que dentro de la democracia mexicana estamos aprendiendo a sobrevivir. En un contexto global, podría decirse que el mundo sí está cambiando y no es una frase trillada más. Hay que tomar en serio esta celeridad de cambios.
¿Por qué? Porque estas circunstancias forman percepciones que dejan la puerta de entrada abierta a los radicalismos, la intolerancia y hasta cierto punto la “parálisis” democrática.
Indira KempisInvitados por el Consejo Nuevo León, un grupo de comunicadores y dueños de los medios escuchamos a Jesús Silva-Herzog Márquez hablar sobre las frágiles realidades en las que dentro de la democracia mexicana estamos aprendiendo a sobrevivir. En un contexto global, podría decirse que el mundo sí está cambiando y no es una frase trillada más. Hay que tomar en serio esta celeridad de cambios.
¿Por qué? Porque estas circunstancias forman percepciones que dejan la puerta de entrada abierta a los radicalismos, la intolerancia y hasta cierto punto la “parálisis” democrática.
Según Herzog Márquez, tendríamos que hacer observaciones minuciosas de cómo hemos cambiado. Familias que no son como antes. Espacios públicos que no son como antes. Expertos que ya no son tan expertos como antes. Y un exceso de nostalgia por lo que no es como antes.
El brexit, Trump, el NO Colombiano, son una muestra de que a nivel global atravesamos una férrea batalla porque sabemos que hay que cambiar, pero no sabemos cómo y hemos elegido quizá la peor manera: aquella que radicaliza, pulveriza, evade y se arrincona en la misma fórmula de siempre ante el conflicto.
Conflicto que el invitado asegura que es necesario confrontar porque no le estamos dando el valor necesario en esta crisis. Entonces, obviamos que hoy existen otras necesidades que en otros tiempos no fueron y es necesario hablar de esto.
Porque si en algo concuerdo con su argumento es que, además y para variar, soy la única mujer en la mesa que al parecer pertenece a esa generación que quiere “patear a la élite” y no por ser más berrinchudos, tiranos, o “sobre protegidos”, precisamente, como han querido catalogarnos en diferentes análisis.
Sino porque esas fórmulas que siguen sosteniendo el estatus quo no las queremos no sólo porque no funcionan, sino porque las cuestionamos. El clásico: “nace, crece, estudia, trabaja, endéudate eternamente por un carrote, una casota, ten dos hijos y el portrarretrato en la sala…” ya no es. Fue.
Entonces, ¿qué es lo que sigue ante este inminente conflicto que todos intentamos disfrazar? Enfrentarlo, insiste Jesús. Le doy la razón en el sentido de que las viejas generaciones deben darse cuenta de esos cambios. Nosotros que para realizarlos necesitamos algo más que sólo “patear a la élite”, aunque razones tengamos muchas para hacerlo.
Lo que me preocupa en la realidad es que generemos ese conflicto que se aleje de las decisiones de la vida pública como si fuera una discusión simple de Facebook, es decir, con un “me gusta” o “no me gusta”. Tenemos que dar un salto cuanto a esa apuesta por la razón, los argumentos, el diálogo y el conflicto para lograr algo no nada más porque sí. Tendríamos que estar pensando en un México que sepa mirar hacia adentro, que no todos somos iguales y darle ese valor a la diversidad.
En tiempos de crisis, hay que dar patadas, pero no al viento. Sino para abrir la puerta a nuevos tiempos buenos para México.