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Celuloide: Cobra Kai en esteroides

Cuando nuestra confianza es vulnerada y sentimos que el autoestima es de trapo, que el entorno es una constante monotonía y nada nos rompe el letargo del día a día, a veces con sólo encontrar una señal que nos indique un camino a seguir, nos puede funcionar como un nuevo mantra, una nueva filosofía de […]

Cuando nuestra confianza es vulnerada y sentimos que el autoestima es de trapo, que el entorno es una constante monotonía y nada nos rompe el letargo del día a día, a veces con sólo encontrar una señal que nos indique un camino a seguir, nos puede funcionar como un nuevo mantra, una nueva filosofía de vida, aunque esta ponga en duda todo lo que conocemos como correctamente bien establecido por la sociedad.

Al menos esto es lo que le pasa a Casey Davies, quien sale una noche por croquetas para su perro y no logra volver a su domicilio, ya que es asaltado con violencia por unos motociclistas anónimos. Después de ese hecho traumático, lo invade el horror, la inseguridad y nada lo hace abandonar su miedo; entonces, para ahora enfrentar al mundo abrupto que lo rodea, descubre una disciplina que abraza como suya y lo protege de todo su pasado: el karate.

Con esa premisa comienza El arte de defenderse, cinta protagonizada por Jesse Eisenberg en el papel de Casey, un chico solitario y soltero que a través del combate marcial, siente que su vida ha tomado un nuevo significado; en el dōjō, con su cinta blanca y después amarilla, halla su empoderamiento personal, que poco a poco se va tergiversando en una vida agresiva y de manipulación por su sensei.

Escrita y dirigida por Riley Stearns, esta cinta de corte independiente raya entre el humor negro y ácido, con secuencias de extrema violencia, es como si Daniel LaRusso nunca hubiera conocido al señor Miyagi y se hubiera metido a entrenar con Cobra Kai, pero con un régimen militarizado y despiadado, que hubiera puesto a temblar hasta al mismísimo Johnny Lawrence, pero su mentor John Kreese, seguro sería partidario de esta disciplina sin piedad.

Casey pasa de ser un godín ordinario, debilucho y llorón que desea ir a Francia, a convertirse en un hombre que habla alemán, adopta el metal como su género favorito y se vuelve en aquello que antes lo intimidaba, porque ahora tiene que imponer su dominio de macho alfa con sus semejantes, claro, siempre portando su cinturón amarillo de tela, aunque fuera del templo de karate lo cambie a uno de cuero, pero teñido al color de principiantes.

Después de pasar por el Festival Internacional de Cine de Morelia, la película se estrena a nivel nacional gracias a su distribución por Cine CANIBAL. Sin duda, Stearns cumple el propósito, arrancar carcajadas a punta de patadas y golpes en pantalla, y también sumirnos en el escozor que ofrecen sus combates sin límite de crueldad.

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