Conspiraciones y deslindes
Entre las suposiciones adelantadas de fraude electoral de López Obrador y los exhortos de Fox a cerrar filas con el puntero en la contienda, surgen escándalos tuiteros que resaltan lo sublime, que suponen la exaltación de la congruencia y el poder que tiene la verdad en contraste con la perversidad de la manipulación y del engaño.
En este sentido, el movimiento #YoSoy132 se ha visto inmerso en infinidad de indicadores que se hacen visibles a partir de teorías de conspiración que se le adjudican.
Francesc MesseguerEntre las suposiciones adelantadas de fraude electoral de López Obrador y los exhortos de Fox a cerrar filas con el puntero en la contienda, surgen escándalos tuiteros que resaltan lo sublime, que suponen la exaltación de la congruencia y el poder que tiene la verdad en contraste con la perversidad de la manipulación y del engaño.
En este sentido, el movimiento #YoSoy132 se ha visto inmerso en infinidad de indicadores que se hacen visibles a partir de teorías de conspiración que se le adjudican.
Muchos de esos indicadores, encontrados en varias columnas periodísticas y no muy pocos sitios de Internet, dan por sentado que el movimiento está siendo manipulado o mejor dicho, “movido” por manos ajenas a sus propias filas.
Y en el intento de explicarlo todo, esta posición que en el mayor de los casos surge desde una hipótesis desarrollada –que no comprobada– a partir de la visita de EPN a la Ibero el 11 de mayo, pone en duda la parcialidad del debate 132 y, sobre todo, adjudica al movimiento, en su totalidad, hechos perpetrados de manera violenta por sujetos que se hacen llamar 132.
En ese pragmatismo monocromático, propio de lo sucedido con Saúl Alvídrez, quien según los medios informativos fuera el supuesto líder de #YoSoy132, y Manuel Cossío, ese antihéroe fatal que se ufana de saber la verdad como una condicionante de la libertad, la consigna es clara: se trata de personas que tienen otros motivos e intereses; que por supuesto no dejan de ser legítimos –en sus propios términos–, pero que por lo pronto no son propios del movimiento.
Sin embargo, en el auge de lo conspiratorio, Saúl Alvídrez pertenece al Obradorismo y Manuel Cossío al peñismo, esa otra cara del priismo.
Cossío, a través de tres videos, culpa a Alvídrez de tener relación con “militantes activos de Morena”, como Epigmenio Ibarra y Alejandro Encinas.
Alvídrez, por su parte, aceptando su preferencia obradorista, intenta replicar –a manera de Rubén Aguilar Valenzuela, el ex vocero de Fox– a las acusaciones de Cossío, cayendo sin embargo en su propia trampa.
Los videos mostrados por Cossío están fechados el 26 y 28 de mayo: un sábado y un lunes. El miércoles 23 fue la #MarchaYoSoy132 en la Estela de Luz; el 26, el mitin en Tlatelolco; el 28, con motivo de exigir la transmisón del segundo debate en cadena nacional, un contingente se reunió con Obdulio Ávila, subsecretario de Gobernación, en pleno Bucareli.
Saúl, en su video, establece que en las asambleas muchas veces no se llega a acuerdos porque hay infiltrados y gente que quiere romper con lo convenido (minuto 36); y aunque aclara que esto no es específico de la UNAM, él argumenta que se refiere a esta universidad puesto que ahí “fueron las dos primeras asambleas”, esas que se llevaron a cabo en los días posteriores a las fechas de los videos: 30 de mayo, 5 y 11 de junio; y que por lo pronto, ponen en duda sus argumentos y sugieren que, inevitablemente, está mintiendo.
De cualquier forma, #YoSoy132 se deslindó de ambos personajes el lunes, en conferencia de prensa.
Resaltando quizás uno de sus mayores triunfos, además de la organización del primer debate ciudadano en la historia de México, el poder delimitarse.