La ‘nata’ nuestra de cada día
Entre protestas, saqueos y más protestas, la atención mediática en Monterrey ha olvidado algo básico para la sobreviviencia humana: respirar.
Todos estos días el escenario no sólo pinta color de hormiga en metáfora, sino en la realidad.
Hemos estado al borde de la precontingencia ambiental. Este último par de días, las fotografías son tan parecidas a la pesadilla que se vive en ciudades altamente contaminadas como Pekín, São Paulo o la Ciudad de México.
Entre protestas, saqueos y más protestas, la atención mediática en Monterrey ha olvidado algo básico para la sobreviviencia humana: respirar.
Todos estos días el escenario no sólo pinta color de hormiga en metáfora, sino en la realidad.
Hemos estado al borde de la precontingencia ambiental. Este último par de días, las fotografías son tan parecidas a la pesadilla que se vive en ciudades altamente contaminadas como Pekín, São Paulo o la Ciudad de México.
El grave problema no es la poca visibilidad de las montañas y tampoco se remedia dejando de salir a la calle. Si existe un tema grave al cual afrontar es a la mala calidad del aire.
Porque si siguen la polución como hasta ahora, esto impactará en la salud pública de los habitantes, sino es que para este momento más de una persona haya tenido que acudir al médico por alergias o enfermedades cardiorespiratorias.
Pero si los incrementos nos han dejado en una cuesta de enero difícil, imaginemos que las enfermedades son un “colmo” que puede evitarse y un “lujo” que alguien tendría que pagar, porque con los hospitales públicos es y será siempre insuficiente.
No nada más se trata, entonces, de la salud sino de la economía.
Una población que está enferma es menos productiva y, por consecuencia, no se puede esperar de ella aportaciones importantes al desarrollo económico.
¿Esto podría provocar la salida de inversiones? Sí, si se vuelve imposible la calidad de vida que hoy es un indicador en las ciudades que tienen mayor progreso económico. Pero tal parece que, como de costumbre, aquí dejamos los riesgos de futuro hasta el final.
Mientras tanto, empresas, funcionarios públicos y políticos se hacen de “la vista gorda” o que “la virgen les habla” a la hora de abordar el tema.
Aunque está puesto sobre la mesa ante una evidencia difícil de esconder (la “nata” nuestra de cada día).
Tal parece que es un tema más cercano a saber académicamente qué significa que a tomar acciones determinantes para dejar de asfixiarnos con esta polución.
Obviamente, lo anterior va acompañado de una sociedad a la que poco le importa ser parte de esa contaminación.
En la Ciudad donde el Auto es Rey, por más que esté demostrado con estudios científicos que su uso excesivo contribuye a esto, siempre saldrá el que defienda su coche apelando que el “otro” contamina, menos yo.
En otros países, la movilidad urbana sustentable, la auditoría y sanción a las industrias contaminantes, la reducción del uso del automóvil, son estrategias que resultan en un mejor aire.
Lamentablemente, estas que son ideas implementadas mediante proyectos urbanos específicos, aquí parecen más bien sueños guajiros.
No está de más escribir que mientras siga así de “gris” el cielo de Monterrey, hay que tomar preocupaciones. Ni los niños ni las personas más vulnerables o sensibles deben estar expuestas o realizar actividades al aire libre.
Más allá de eso, tendríamos que hacernos conscientes de qué estamos respirando.
Lo he escrito en anteriores ocasiones sin cansarme de repetirlo: si somos lo que comemos, somos también lo que respiramos. ¿Qué estamos respirando?
Aunque las fotografías de diferentes puntos de la Ciudad y las apps no permitan tener claridad sobre la emergencia en la que vivimos, eso no basta.
Hay que exigir nuestro derecho a respirar, el cual no tiene reservas por si somos pobres, ricos, de un partido, sin partido, morenos, blancos. Nos afecta a todos por igual.
O es que acaso nos vamos a acostumbrar a estar respirando esa “nata” que en este momento sale y entra de sus pulmones. Espero que no. Monterrey ha presentado niveles de contaminación cercanos a la precontingencia ambiental.