¡Cuidado con el auto!
Es increíble, pero esa es una de las lecciones que vamos sorteando en las caminatas por la ciudad. Se nos ha quedado grabado porque es altamente probable que tengas algún conocido, amigo o familiar, que alguna vez haya tenido un accidente vial.
Algunos de éstos lamentablemente llegan a ser mortales.
Así que cuando nos dicen: “cuidado con el auto”, es como si hubiera un arma muy cerca de nosotros, no podemos hacer caso omiso a la advertencia.
Tampoco es un secreto que hay más muertos por estos accidentes que incluso por el narcotráfico.
Indira KempisEs increíble, pero esa es una de las lecciones que vamos sorteando en las caminatas por la ciudad. Se nos ha quedado grabado porque es altamente probable que tengas algún conocido, amigo o familiar, que alguna vez haya tenido un accidente vial.
Algunos de éstos lamentablemente llegan a ser mortales.
Así que cuando nos dicen: “cuidado con el auto”, es como si hubiera un arma muy cerca de nosotros, no podemos hacer caso omiso a la advertencia.
Tampoco es un secreto que hay más muertos por estos accidentes que incluso por el narcotráfico.
La vida rápida ha traído como consecuencia costos y beneficios que determinan nuestros comportamientos.
Así que, por un lado, somos ferozmente veloces, aparentemente más eficientes y tenemos más tiempo para realizar otras actividades. Pero por otro, nuestra exageración por la rapidez está trayendo problemas graves que alteran la calidad de vida. La primera violencia al salir de casa es el caos vial.
La movilidad en la ciudad ante tal rapidez, demanda de los traslados seguros como eficientes, en donde actualmente expertos en el mundo coinciden que las obras públicas viales (es decir, para el automóvil) han dejado de ser la alternativa para liberar o solucionar el problema. Aunque parece ilógico las pruebas son contundentes: no hay infraestructura que alcance para contener tantos traslados en vehículo.
Ya se escribía en una columna de este periódico: el problema es el exceso de autos.
Hablando en números, en la zona metropolitana de Monterrey esto se traduce a casi un conductor (persona) por automóvil particular. Si somos 5 millones de habitantes y tenemos 2.5 millones de autos, entonces comprenderemos mejor por qué no hay avenidas que alcancen.
Pero aunque no lo parezca, esa no es la raíz del problema, sino cómo hacer compatibles esas tres variables: exceso de autos circulando, traslados rápidos y número de habitantes.
Haz tus propios números y te darás cuenta que estamos en un laberinto no tiene respuestas contundentes en la construcción de vialidades, nuevos carriles, estacionamientos y toda aquella obra pública destinada al automóvil.
Entre más vialidades, más automóviles.
Entonces, ¿nos quedamos sin soluciones? No.
Tenemos que estar conscientes que las soluciones giran en contracultura, porque tendríamos que romper con el paradigma de incentivar el uso excesivo del automóvil.
Pero como esto se trata de sobrevivir, según Darwin, no te espante que más vale “adaptarse o morir”.
Actualmente, ciudades de primer mundo comenzaron a desarrollar e implementar políticas públicas cuyo enfoque sustentable permita la vialidad de proyectos de escala humana, que le den prioridad a otras formas de movilidad.
Una de ellas es el delimitar perímetros en donde podamos movernos caminando o en bicicleta, principalmente.
A estas áreas se les conoce como “Zona 30”, en donde se debe circular a tal velocidad como máximo (30 ks), hacer obra pública de escala humana que permita las condiciones de infraestructura para un tránsito local, lento y accesible para los peatones.
Lo cual tampoco significa extinguir el uso del auto, pero sí reducirlo significativamente para dar paso a una combinación de otras formas de movilidad sustentable que benefician no sólo al medio ambiente, sino a la seguridad del tránsito, e incluso, crea otros sistemas económicos que no dependen del automóvil.
En este último punto a favor, por ejemplo, un estudio en Londres hecho por la firma Walk21, arroja que las calles peatonales han incrementado las ventas del comercio local en 40 por ciento.
Demandamos, áreas que nos permitan disfrutar del espacio para la convivencia y minimicen nuestras “terribles” ganas de ir a la tienda de la esquina en auto, o que nos dejen exactamente en la puerta de entrada, los ciudadanos del presente y del futuro lo agradecerán, porque eso de andarse cuidando de los autos como si fueran delincuentes, no es calidad de vida.