En cada elección electoral nos enfrentamos a la pregunta recurrente: ¿por quién votar?. Para poder contestarla, deberíamos contestar primero una pregunta más fundamental:
¿Cómo decidir por quién votar?
Hay varias maneras de responder esta pregunta. La primera opción es considerar que el voto está estrictamente ligado a un partido, por el motivo que sea. Si es así, de poco sirve repensar las herramientas de las campañas electorales.
Asumiendo que el voto no está estrictamente ligado a un partido existen diversas formas de moldear las preferencias: anuncios, mítines, etc. Pero la respuesta ideal sería formar la preferencia por medio de los debates a los que se someten los candidatos.
Sin embargo, esta herramienta no sirve de mucho si gran parte del contenido de los debates son acusaciones personales. Esto convierte las elecciones en concursos de popularidad y no en una competencia donde el ganador es el que plantea la mejor administración pública.
Si realmente queremos conocer el sustento técnico de los servidores públicos es necesario rediseñar la plataforma para debatir.
Plantear debates temáticos a lo largo de las campañas electorales es una opción para mejorar el contenido. En lugar de buscar cubrir todos los temas posibles en un solo debate y terminar sin produndizar en ninguno, cada debate debería tener cierto enfoque.
Así, en vez de tener varios debates independientes entre sí, cada uno sería una etapa de un debate integral.
Esto ayudaría a conocer las estrategias específicas de los candidatos y así el voto dejaría de basarse en percepciones de características personales. Además se evitaría la retórica repetitiva de los candidatos en cada debate.
El primer reto para lograr esto es la coordinación. Es necesario que distintas instituciones logren organizar diversas fechas con los distintos temas y hacer que los candidatos estén de acuerdo a participar en toda la gama de debates.
Una opción para el diseño de los debates podría ser el siguiente (sin orden de importancia):
Primer debate: cuestiones económicas; manejo de la deuda pública, impuestos locales, programas de apoyo a empresarios.
Segundo debate: cuestiones sociales, enfoque para reducir la inseguridad, programas de desarrollo social, temas de igualdad de género.
Tercer debate: planeación urbana, infraestructura vial, planes de vivienda, mejora en el transporte público.
Cuarto debate: servicios de gobierno; rendición de cuentas, control de corrupción, eficiencia en trámites gubernamentales.
A partir de esto el organizador del debate puede enfocar la temática a las prioridades de cada municipio o estado. Una vez que se debatan las ideas de política pública de manera más clara, será más sencillo elegir al candidato de acuerdo a las preferencias de cada persona.
Lograr que los candidatos se enfoquen más en propuestas concretas y menos en ataques personales es fundamental para exigir un plan de gobierno bien estructurado. Esto además permitiría que la ciudadanía pueda monitorear al gobierno en turno de manera más precisa.