Debo, no niego; pago, no tengo

Esta frase es muy popular y siempre se usa en el tono burlón que caracteriza a nuestro pueblo. Tiene dos con- notaciones, siendo la primera aquella en la que de manera cínica y socarrona declaramos explícitamente que no vamos a pagar y que los demás le hagan como quieran… al cabo que no nos inmutamos. […]

Esta frase es muy popular y siempre se usa en el tono burlón que caracteriza a nuestro pueblo. Tiene dos con- notaciones, siendo la primera aquella en la que de manera cínica y socarrona declaramos explícitamente que no vamos a pagar y que los demás le hagan como quieran… al cabo que no nos inmutamos. Tristemente hay mucha gente así que bien puede ser calificada de trácala y merece todo el rigor jurídico para que, como dice la famosa canción de chachachá, “tome chocolate y pague lo que debe”.

En otro sentido nos encontramos con las personas que de verdad no pueden pagar y que no niegan deber. Cualquier contingencia -como un accidente o enfermedad, un despido, la baja del salario, una disminución de las ventas o el cierre total de un negocio-, combinada con un (muy frecuente) mal control de gastos y laxitud en la tarea de comprar, comprar y comprar nos puede generar un endeudamiento pernicioso que se convertirá en una gran carga durante mucho tiempo si no lo sabemos manejar adecuadamente.

El mensaje de hoy es justamente para quienes, sin importar las razones, tienen el agua al cuello y ni duermen, ni respiran por el estrés que provoca deber hasta la camisa.

Antes que nada, hay que guardar la calma y saber que las deudas de carácter mercantil no son sujetas de privación de la libertad por lo que nunca pisarán la cárcel. Por otro lado, sí te pueden embargar, pero la probabilidad de que esto suceda es muy baja debido a que se requiere una orden judicial, que no se consigue con rapidez, y a que a tus acreedores les cuesta tanto ese proceso que por lo regular rebasa el monto de tu deuda. Claro, si debes cientos de miles o millones ¡por supuesto que irán con todo a efectuar dicho embargo!

Lo anterior no es para que, como se dice vulgarmente, “hagas concha”, sino para que conozcas cómo funciona este mundo y te aboques a salir del problema con una simple acción que hace una gran diferencia: negociar.

¿Qué es lo que les interesa a las instituciones financieras que te prestaron dinero? Pues justamente eso: el dinero. Por lo tanto, debes acercarte a ellas, plantearles tu realidad económica y llegar a un arreglo que sí puedas cumplir. Enfatizo esta última frase porque, para salir del paso y creyendo que ganamos tiempo, muchas veces les decimos a todo que sí a sabiendas de que el arreglo rebasa nuestra capacidad de pago. Insisto: negocia conforme a las condiciones que ahora prevalezcan en tu cartera.

Negociar y pagar. Esa es la mejor fórmula para limpiar el historial crediticio.

Recuerda: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.

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