La democracia más antigua del mundo, la de Thomas Jefferson y los Padres Fundadores, supuso una cosa: libertad. De pensamiento, de expresión y una traducción del libre ser al igual ser.
Sin embargo, el tan aclamado sistema político estadounidense, lejos de ser perfecto pero hasta el 8 de noviembre pasado uno de los más funcionales, recula a un aspecto de su ADN democrático que mucho se presume y poco espacio ocupa en el debate social. El fenómeno político electoral independiente.
El fenómeno de los independientes en el mundo ha llegado para robar reflector ante una masa sociopolítica que está hasta la madre del statu quo. Y es que ante Jaime Rodríguez “El Bronco”, el eterno independiente Jorge Castañeda, ahora Emilio Álvarez Icaza en México; Emmanuel Macron, en Francia; Gary Johnson, en Estados Unidos; y Mario Monti, en Italia, sólo por nombrar algunos, obliga a analizar no sólo los porqué sino los cómo.
Me explico. No estoy convencido de que ser un candidato antisistema te haga ser independiente, ni que ser independiente necesariamente te haga políticamente libre, y más aún ideológicamente inmune.
Explico lo segundo, pese a que un individuo desarrolle una nueva teoría ideológica, plan de gobierno o movimiento político no es posible hacer historia sin reescribirla y para ello hay que basarse en la misma. Es decir, no hay ni habrá creación pura.
En torno a lo primero, creo que es lo más complicado y el centro de atención a la hora de analizar el fenómeno. Tomemos a dos ejemplos: Donald J. Trump y “El Bronco”.
Creo más en la figura políticamente independiente del megalómano más ingenuo que ha dado la historia política de los Estados Unidos de América que en la de Jaime Rodríguez.
¿Por qué? Ahí les va por qué. Trump no cree en nada más que en el miedo, el odio y en la eterna búsqueda del poder absoluto. Cosa que no existe. Sin embargo, si usted, querido lector, lo piensa bien, Donald Trump tenía una mejor plataforma política para contender como independiente que cualquier otro de sus adversarios. En realidad, a pesar de contender como republicano y decirse republicano, contendió en contra del mismo partido que fundó Hamilton, y de cierta manera expuso más a los republicanos que a los demócratas en una pelea de gatos llamada contienda interna. Pero ese no es el punto. El punto está en lo que pocos piensan en campaña: ¿Y si ganó qué?
Trump lo pensó, y más allá del calculo electoral en torno a las bases que le brindaran su apoyo y el factor de identificación político-partidista de una sociedad retraída hacia el conservadurismo, pensó en lo que sería gobernar independiente.
Y es que, ¿acaso un político independiente, venido a Presidente de una nación es una entidad soberana? No.
El famoso “Bronco”, montado en su macho, mandando al demonio no sólo a las instituciones -cosa que ya vimos que ni el mismo AMLO se creyó- fue tan independiente que gobierna ya solo. Y ahí esta el pequeño gran detalle, de nada nos sirven políticos de póster o fabricados con el ingenio mercadológico más creativo si una vez que ganan son incapaces de generar la mentada gobernabilidad.
Donald Trump la está pasando mal y la va a pasar peor en el futuro próximo pese a tener un cierto respaldo republicano. “El Bronco” ya bajó un pie de su caballo para acercarse al quehacer político, que en la hoguera política de nuestro tiempo se llama pragmatismo obligado, sólo así podrá alcanzar a cumplirle a la gente que creyó en la figura independiente.
Más aún, cualquier político que esté lo suficientemente loco como para ser presidente de un partido debe estar muy de acuerdo con que la factura de llegar es cara, dígase socialmente, políticamente o económicamente.
El fenómeno o marca Andrés Manuel López Obrador podría ser la figura más independiente en México –y no es halago–, en serio, hasta que no plasme puntualmente su visión de cómo hacer las cosas, podremos ver en dónde está situado.
Pero hay que reconocer que esto con lo que les acabo de irritar los ojos, lo pensó. Tener apoyo, compromisos, estructuras, bases y alianzas es una necesidad de supervivencia política. Al final del día, cualquiera que sean los colores o banderas de un político, esto es política y así funciona, sobre todo si de verdad se quiere gobernar.
En tanto que, así que digan independientes, independientes, no.