Democratización de los medios
Si además de crear expectativa, algo puede decirse del movimiento #Yo soy 132, es que genera información.
Así por ejemplo, nos encontramos con que los medios dedican sus espacios para hablar de él, con la firme consigna de estar explicándolo, de la mejor manera.
Esto, sin embargo, para encontrarse en la mitad del camino, en donde las rectificaciones de lo sucedido convergen y se complementan y se niegan.
En ese sentido, #Yo soy 132, no es solo un movimiento, sino muchos.
Francesc MesseguerSi además de crear expectativa, algo puede decirse del movimiento #Yo soy 132, es que genera información.
Así por ejemplo, nos encontramos con que los medios dedican sus espacios para hablar de él, con la firme consigna de estar explicándolo, de la mejor manera.
Esto, sin embargo, para encontrarse en la mitad del camino, en donde las rectificaciones de lo sucedido convergen y se complementan y se niegan.
En ese sentido, #Yo soy 132, no es solo un movimiento, sino muchos.
Es la movilización estudiantil que se ha desdeñado, desde el fascismo que plantea Román Revueltas en su columna en Milenio el 13 de mayo, hasta la intolerancia que sugirió Pedro Joaquín Coldwell en entrevista con Ibero 90.9 en ese viernes 11 que todos recordamos.
Es el movimiento político al que se le ha buscado un vínculo forzoso con López Obrador, como lo plantea José Contreras en La Crónica del 22 de mayo.
Es el movimiento ciudadano apoyado, en un primer plano, por universitarios y en un segundo por la sociedad civil.
A fin de cuentas, es un suceso de muchas opiniones, tanto de sus miembros como de sus observadores, que en cuyo caso, incurren en la pluralidad.
Esta diversidad de visiones, no obstante, se centra en la crítica a sus miembros y procedencia, a sus causas y fines, a su manifiesto y propuestas; de entre las cuales surge una de las exigencias base del movimiento: la democratización de los medios de comunicación, demanda que se entiende bajo un deslinde de términos en el sentido del contexto del que proviene la información, y que establece a los medios de comunicación como generadores de cultura.
De ahí, que de la democratización de los medios se desprendan dos indicadores fundamentales, reflejos de su propio origen: lo sucedido el viernes 11 en la visita de EPN a la Ibero y el manejo erróneo de la información, que se dio posteriormente.
Por un lado, la transparencia en la información, que no la condiciona bajo una misma línea de pensamiento –eso supondría un atentado a la democracia– sino a que exige una mayor visibilidad de la misma, sin importar el enfoque que se le quiera dar, posteriormente.
Por otro lado, el acceso a la información, que implica una búsqueda hacia una mayor publicidad, en el sentido de que lo visible encuentre muchos más ecos en su difusión.
No es ninguna coincidencia que una de las principales demandas del movimiento sea en contra de lo que ellos llaman el ‘duopolio televisivo de Televisa y TV Azteca’.
La democratización de los medios supone, en este sentido, que haya más información de lo sucedido y más medios desde dónde difundirla.
Que se genere un diálogo cada vez mayor entre los miembros que tenemos acceso a ella, cerrando la brecha que nos separa de muchos líderes de opinión, que se posicionan como jueces de lo sucedido y no como actores de una esfera pública cada vez más amplia.
Eso es, pues, la democratización de los medios: bienvenida sea.
Francesc Messeguer
Estudiante de Comunicación de la Ibero, 22 años
Miembro de la organización #YoSoy132