La iniciativa presentada por los diputados del PAN en Nuevo León y apoyada por los diputados del PRI, para darle derechos constitucionales a la vida, es sin duda una de las propuestas más humanistas, acertadas y necesarias que se han presentado en los últimos años.
El derecho al no nacido ha existido de manera indirecta. Aun en los países o ciudades como el DF donde el aborto está permitido, el tiempo para poder realizar este acto no debe de pasar de las 12 semanas de gestación. Esto quiere decir que hemos protegido indirectamente la vida.
Elevarla a grado constitucional asegura una protección a los no nacidos aun sobre las decisiones de sus propios padres.
Sin embargo, es importante mencionar que esta propuesta tiene un gran “BUT” (un gran pero, pues): decir que protegemos al ser desde el inicio de su fecundación es decir que le queremos dar derechos al ovulo fecundado por el espermatozoide.
Esto no suena del todo racional y sí suena un poco religioso, y ahí hay que actuar con cautela.
El problema de defender la vida desde la fecundación es que pondrá en debate la utilización de métodos anticonceptivos como el dispositivo intrauterino que provoca abortos inmediatos o la pastilla del día siguiente, la cual tendría que quedar prohibida. O estaría en confrontación el derecho al aborto por violación, que la ley contempla, ya que si de derechos individuales hablamos, ese no nacido no tiene la culpa de cómo fue creado.
Debe de haber un margen entre ser y cigoto. Y ese tiempo tiene que analizarse médicamente, no religiosamente, por respeto a la libre creencia de cada individuo. Si creemos que 12 semanas es mucho tiempo – en mi opinión creo que es mucho- determinar pues cual es el tiempo donde el cigoto será llamado ser y a partir de ese momento contar con la protección de la constitución.
Es válido como sociedad replantearnos defender a los hijos aun de sus propios padres cuando se está viendo un libertinaje de las libertades. El individualismo y egocentrismo de hombres y mujeres que se centran en sus libertades, derechos y placeres, han dejado en segundo termino el valor de la familia.
El caos social en México nace a partir del rompimiento del valor familiar.
En una necesidad por reconstruir los tejidos sociales mas elementales, esta ley sacude a quien pretende poner sus libertades por encima de los derechos de vida de los aún no nacidos.