Utilizando los descubrimientos de Nicolás Copérnico, el científico alemán Johannes Keppler describió como es que el Sol regula los movimientos de los planetas en el Sistema Solar.
En ese sentido, el partido del sol azteca —el PRD— aquel que agonizaba entre las nubes de la decadencia política y partidista ha lanzado su primer rayo de sol en mucho tiempo. Y bien podría terminar regulando el futuro del sistema político mexicano en los próximos años.
Es de reconocer que, pese al envalentonado joven dirigente del PAN, la derecha del país no derrotó al PRI el pasado 5 de junio por sí sola. Por que a pesar de la agonía del PRD, su fiel militancia y la corriente que arrastró puso sobre la mesa los votos necesarios para que el Acción Nacional se llevará la mayoría de las gubernaturas. Pero lo que pasó, pasó. Y lo que viene, viene.
Y eso es el 2018. El arribo de Alejandra Barrales a la presidencia nacional del PRD le pone un nuevo sabor al caldo que ya hierve sobre la hoguera política nacional. Primero, por que es la primer pieza que mueve el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, no sólo para hacerse del partido, sino para consolidar su candidatura. Segundo, por que es la única mujer que dirige un partido político en el país, en especial de los tres principales. Y, tercero, abre la puerta a un coqueteo político entre la izquierda y la derecha, por las alianzas partidistas que sin duda alguna podrían decidir quien será el próximo inquilino de Los Pinos.
En ese sentido, como con Enrique Ochoa en el PRI, que siempre estuvo pero nadie lo notó. Barrales tiene más que ganar que perder, y su virtual patrocinador político –Mancera– más que perder que ganar. Por que al menos que el galante jefe de Gobierno mantenga las riendas del partido tensas, Barrales podría ser sí o sí su sucesora.
Esto a través de una partida de cuatro bandas. Aliarse con el PAN en las presidenciales respaldando a su —a quien engañamos— candidata Margarita Zavala, a cambio de aliarse en la Ciudad de México y ser Barrales la candidata. La otra es un final de telenovela en las izquierdas.
Y aunque poco probable, todo puede pasar. Aliarse con Morena y apoyar a su incuestionable candidato —López Obrador— a cambio de lo mismo, la jefatura de Gobierno.
Lo cual implicaría sacar de la jugada a quien ya se ve en la silla, por merito propio de operar la ciudad a favor de Morena, Ricardo Monreal.
Tal vez el infame tuit del senador Miguel Barbosa no está tan desatinado al decir que, “con la llegada de Barrales a la presidencia nacional del PRD avanza la amenaza de volver al PRD el Partido Verde del PAN”.
Salvo que el sol azteca cuenta con más del doble de militantes y con mayor representación política. Es decir, sería un partido bisagra en su máxima expresión.
No obstante, la batalla político-mediática que libra Miguel Mancera con el gobierno federal podría definir su futuro y también el del PRD. Y es que a pesar de la baja en sus índices de popularidad, Mancera podría ser el caballo negro que utilice el presidente Peña Nieto para aplacar a sus dos gallos. En tanto que si el jefe de Gobierno sortea bien la discusión y con ello el sentimiento de la gente cambia su posicionamiento podría fortalecerse y ponerlo en una mejor plataforma para garantizar su candidatura, cerrando la puerta a las alianzas.
Mientras tanto, ya iniciado el juego de ajedrez político, en el PRD después de la tormenta salió el sol. Pero no hay que irse con la finta, el del sol azteca es experto en cambiar el clima de la noche a la mañana. Ya veremos, dijo un ciego.