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Dinero en familia

Jugar perinola tiene mucho que ver con el mundo financiero. De todas sus caras, la que todos queremos sacar, obviamente, es la de “toma todo” y la que deseamos que les toque a los demás es, sin lugar a duda, “pongan todo”. Desafortunadamente, muchas personas aplicamos esto en la vida real y no solo en […]

Jugar perinola tiene mucho que ver con el mundo financiero. De todas sus caras, la que todos queremos sacar, obviamente, es la de “toma todo” y la que deseamos que les toque a los demás es, sin lugar a duda, “pongan todo”. Desafortunadamente, muchas personas aplicamos esto en la vida real y no solo en un juego.

El núcleo social más importante sigue siendo la familia y debe reconocerse a cabalidad el rol que en ella cada persona desempeña, el cual no debe sustentarse en “el que paga manda”. Eso era válido para otras generaciones, aunque todavía existen resabios de esa —le llamo yo— patología perniciosa.

¿Existe algún instructivo para manejar las finanzas personales o familiares? La respuesta es categórica: ¡por supuesto que no! Cada cabeza y cada bolsillo es un mundo, pero hay reglas básicas de convivencia económica cuya adecuada aplicación a la postre redundará en una mayor prosperidad de la cartera.

Una primera regla es el tan mentado presupuesto. Perdón que insista en algo que, pareciendo ciencia esotérica, es en realidad un ejercicio de jardín de niños. Un presupuesto es una radiografía numérica de tu comportamiento financiero, partiendo de los recursos de que dispones entre ingresos y patrimonio, y rematando con la inmensa cantidad de gastos que todos tenemos en el día a día.

Como en el arte escénico, debemos de establecer, incluso por escrito, el papel que cada uno interpreta en el ámbito familiar, tomando en cuenta la responsabilidad de las tareas de todos los integrantes de la obra. Esa sería nuestra segunda regla.

Ahora toca el turno a la tercera regla: la distribución de los derechos y las obligaciones. Aquí no nada más es un tema de billetes, sino de muchos factores, como pueden ser el talento, las habilidades, los estudios y, por supuesto, la edad. Es fundamental que se tenga claro que hay que dar para recibir y, excepto a los más chiquitines (dijéramos antes de entrar a la primaria), a todos se les deben asignar tareas, responsabilidades y obligaciones relativas a lo económico, por ejemplo, el encargo de revisar el recibo de la luz y del agua para llevar un registro y saber cómo establecer estrategias que permitan ahorrar en el consumo.

La cuarta regla es hacer un fondo común de lo generado. Nada de que “lo tuyo es mío y lo mío también es mío”. Pasa a menudo que en un pleito familiar no puedo prender la estufa porque la pagó mi esposa… ¡Qué aberración! Lo de la familia debe ser de la familia, no de quien lo pagó, pues este es un mensaje muy negativo a la prole de egoísmo y hasta de avaricia. Mucho cuidado.

Finalmente tenemos una quinta regla: la revisión de resultados y la implementación de estrategias para mejorar y así ir alcanzando las metas económicas que se fijen como grupo familiar.

No se nos olvide que una buena definición de familia es la de “un grupo de personas que conviven y tienen objetivos en común”, y claramente el bienestar económico es un objetivo en común.

Aunque puede haber modificaciones a las reglas antes descritas, lo realmente importante es vivir nuestras finanzas familiares en comunidad para que así, regresando a la perinola, “todos ponemos y todos disfrutamos”.

Recuerda que “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.

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