“Cuando el tiempo nos alcance” es la frase más reconocida de una vieja película que muchos recordamos.
Así como esta expresión anunciaba el desenlace de este clásico filme, la realidad por fin nos sorprendió en Nuevo León con la recién aprobada Reforma Política y la nueva Ley Electoral del Estado.
Con estas modificaciones legislativas, avaladas en medio de manifestaciones, en nuestra entidad se le negó al ciudadano común el hecho –mas no el derecho- a participar y ser votado en la vida pública.
A esta coyuntura local se le suma otra discusión a nivel nacional que demuestra la misma tensa relación entre el poder y la sociedad, pero no desde una perspectiva política, sino económica.
A los contribuyentes ahora se nos impide cuestionar la corrupción y el despilfarro de recursos al prohibirnos detener la condonación del pago del ISR a discreción de servidores públicos y líderes sindicales, según lo decida otro funcionario en turno.
Es decir, las autoridades fiscales consienten que no todos paguen el gravamen y, al mismo tiempo, nos niega exigir que la ley sea igualitaria para todos, como debería ocurrir en un verdadero Estado de Derecho que promueva la equidad.
Nosotros pagamos impuestos que costean los salarios de los servidores públicos. Por ello, es incoherente que éstos tengan más concesiones que cualquier otro ciudadano.
¿Abrirá esta inequidad la puerta para que otros busquen una justificación para no pagar el ISR, dado que ya se fijaron excepciones y Hacienda lo permite?
Es increíble que el SAT concentre sus esfuerzos en aumentar la recaudación, pero voltee la mirada en este tipo de incongruencias.
Hacienda siempre exprime los bolsillos de los ciudadanos y ve la forma de cobrarles más. En cambio, ignora a potenciales contribuyentes por el simple hecho de ser funcionarios públicos y sindicatos, ya de por sí con privilegios históricos.
Pero regresemos a la frase inicial del texto. Es un enunciado que nos abre los ojos y permite ver el abuso hacia los que no sólo deberíamos tener derechos políticos plenamente reconocidos, sino que también con esfuerzo pagamos impuestos.
Y ese descaro no solo proviene del Poder Ejecutivo, sino también desde la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como lo advierte el abogado y Doctor en Derecho por la UNAM, Luis Pérez de Acha, con la iniciativa #YoContribuyente.
¿Hacia dónde nos quiere llevar el sistema? ¿Qué no se da cuenta que, al igual que el narcotráfico, están matando a la gallina de los huevos de oro? ¿No ve que la cuerda ya está muy delgada?
¿Quieren seguirle apostando a que nuestras contribuciones fiscales mantengan a la maquinaria de compra de conciencias, a través de los programas sociales que mantenemos?
Un ejemplo de lo anterior: a un año de las elecciones, en Nuevo León ya empezó el reparto de paquetes de materiales, entrega de mochilas y despensas, y eventos donde se ofrecen carnes asadas.
Todo con el dinero de nosotros, los contribuyentes cautivos.
Siempre hay dinero para estas dádivas electorales, pero nunca para mejorar las escuelas, supervisar obras que están mal hechas o sin autorización, invertir en el ISSSTELEON o aumentar los índices de seguridad.
Nos desgarramos las vestiduras para que se apliquen las reglas en el fútbol, pero no lo hacemos con el mismo ánimo cuando algo de interés público nos afecta en nuestra vida cotidiana.
En esta disyuntiva, sólo quedan dos caminos: agacharse o levantar la mirada. Querido lector, te invito a tomar la segunda opción.