El valor de las acciones de la maestra Delfina; la que es delfín de Andrés Manuel López Obrador y también candidata a gobernadora del Estado de México, está a punto de alcanzar su máximo histórico en el mercado político nacional. Algunos no se imaginan de dónde podría venir este valor, salvo que gane la elección el próximo 4 de junio.
La realidad es que sea cual sea el resultado de los comicios, la exalcaldesa de Texcoco ya triunfó.
Si gana la gubernatura habrá ganado dos cosas en especifico. Primero, el mérito de haber derrotado al partido hegemónico de un estado cantera de hacedores de la política mexicana contemporánea. Será un parteaguas, se convertirá en la primera mujer en gobernar la entidad del profesor Hank González y también de golpe será el segundo personaje más poderoso del movimiento de AMLO.
Y, segundo, habrá ganado un boleto para destapar uno de los entramados políticos y económicos más complejos de la historia del país. Un siglo de corrupción, crimen y hasta castigo. Ante este escenario, no estoy convencido que un López Obrador, que ya se ve habitando el Palacio Nacional y que aún tiene un trecho por delante, quiera la responsabilidad moral de abrir y ver qué hay dentro de la caja de pandora. ¿Usted se imagina qué no podrá haber?
Por otro lado, si no logra vencer a Alfredo del Mazo, la candidata de Morena se quedará a menos de cinco puntos porcentuales del priista, situación que en política, sobre todo la mexicana y más aún en estos tiempos de hoguera política, es un capital muy bien valuado.
¿Por qué? Por que pasará a la historia como el primer gran susto del priismo, la dosis de confianza necesaria en Morena y la ficha política de cambio más grande de la época contemporánea.
Lo que viene en 2018 no es para los creyentes, tampoco para los escépticos, ni idealistas o ingenuos, sino para el realismo más pragmático que haya dado el sistema. Creer que Morena -no sé si AMLO- pero que el partido político no hará eso mismo, política, es un tanto ingenuo.
Capitalizar la derrota, por tanto, es una de esas estrategias que revelan que Morena va en serio y que su líder más allá de no contar con tarjetas de crédito ni escoltas, sí está dispuesto a ser misericordioso, es decir, a actuar como un político profesional.
La crisis política del gobierno federal y del partido al que representa abre la puerta a todas las posibilidades. Si bien hoy el PRI no gana la elección presidencial del 2018 y AMLO sí, el próximo 5 de junio, es decir, un día después de las elecciones estatales, todo puede cambiar.
Hoy la encuesta que usted lea, créale la mitad. La realidad es que la mayoría dirá que o están empatados o Delfina aventaja por unos cuantos puntos. La historia de la fiesta de la democracia nos ha enseñado una y otra vez que todo eso puede cambiar drásticamente en tan sólo unas horas y tan sólo 140 caracteres.
Sin caer en la novela política, estoy de acuerdo con quien sugiere que esta es la última prueba de que el PRI aún puede sobrevivir sin tener que reivindicarse, autorrenovarse o incluso sin tener que volver a nacer.
Porque, eso sí, en la elección del próximo 4 de junio se juegan dos cosas en nombre del statu quo; el futuro del partido que fundó Plutarco Elías Calles y otra lo que en nombre de los OHL, Odebrecht y sus cómplices se forjó a base de billete, y eso es el número de años en forma de sentencias.
Bajo esa lógica, de muertito o como delfín, la maestra ya ganó algo, le guste o no, tanto a la audiencia como al mismo Morena.