Entrevisté al Dr. Gerardo Mejía, ingeniero químico e integrante del Observatorio de la Calidad del Aire de la Zona Metropolitana de Monterrey. No sólo para saber por qué tenemos y en qué consiste eso de una calidad de la gasolina mala, sino la pregunta que desde hace años nos hacemos varios: ¿qué sigue?
En sus respuestas encontré lucidez. Me comentó sobre la importancia de los niveles de azufre en la refinería de Cadereyta. También de la falta de estudios sobre los impactos del ethanol, pero lo más importante… Si bien podemos hacer muchos cambios legales, es por igual de importante incidir en las decisiones públicas que tienen que ver con el diseño de la ciudad y específicamente el transporte público.
Porque mientras no cambiemos nuestras fuentes energéticas y la gente tenga opciones (y decida por ellas) para trasladarse masivamente y no en autos particulares con un conductor, difícilmente podremos cambiar el panorama.
Necesitamos darle, entonces, mucha mayor atención al transporte. En eso mismo coincide Rocío Montalvo, a quien también vi esta semana porque la acompañé en él Senado de la República a la denuncia pública que tanto ella como los demás integrantes de Únete Pueblo hicieron sobre las malas condiciones de las dos (absurdas) únicas líneas de metro.
Una cosa sí tiene relación con la otra. Si los y las usuarias del transporte ni siquiera tenemos garantías sobre lo existente, ¿qué más podemos esperar sobre tener no sólo una línea de metro más, sino una integración de las redes de diferentes vehículos motorizados o no para poder trasladarnos de manera segura y eficiente en la ciudad?
¡Terrible realidad la que vivimos! Tenemos que salir de ese “pantano” en donde tal parece que las soluciones a que respiremos mejor están fuera del alcance. Hay mucho que resolver respecto a este reto colectivo.
Tanto Gerardo como Rocío, como los niños y niñas del Comité Ecológico Escolar, algunos defensores de la Sierra de Picachos, entre otras personas muy relevantes para la comunidad por sus defensas están haciendo posible que al menos tengamos presencia mediática o de incidencia pública en la toma de decisiones gubernamentales o legales de esta realidad que personas hace años advertimos y que seguimos en la firme convicción que podemos solucionar
El aire también mata. Hoy nos necesitamos para que desde diferentes trincheras podamos, si no revertir sus graves efectos en la salud pública y la economía, al menos frenar sus altos impactos y costos en la medida de lo posible.