El Ayatolah y el comisionado
La mente es corta y más para el agradecimiento.
Y así hoy en Nueva Orleans el comisionado Roger Goodell es el personaje más odiado por castigar a los jugadores y coaches de los Santos por aquella abominable costumbre de premiarse por cada jugador rival que dejaran fuera de combate, olvidándose de las gestiones realizadas por el propio Goodel para otorgar hace unos años la sede del Superbowl a esta ciudad.
Alfredo Domínguez MuroLa mente es corta y más para el agradecimiento.
Y así hoy en Nueva Orleans el comisionado Roger Goodell es el personaje más odiado por castigar a los jugadores y coaches de los Santos por aquella abominable costumbre de premiarse por cada jugador rival que dejaran fuera de combate, olvidándose de las gestiones realizadas por el propio Goodel para otorgar hace unos años la sede del Superbowl a esta ciudad.
Después del azote del huracán Katrina, campaña injusta que me recuerda a la que, con toda razón, vivimos aquí mismo en 1981 contra el líder supremo de Irán, el Ayatolah Ruhollah Jomeini
¡No le sirvan!
Afuera de una zona de restaurantes elegantes en esta renovada ciudad se han colocado varios grupos de personas portando cartelones en contra del comisionado, que van desde los insultos directos hasta la petición a los restaurantes locales para que le nieguen su servicio.
Goodel es hoy el personaje mas odiado de la región en una campaña perversa que se ha ido contagiando casi sin sentirlo a tal grado que la gente que rodea al comisionado le ha pedido no dejarse ver mucho por temor a una agresión física, que no se puede descartar recordando que a partir de esta noche nueva Orleans y sus calles principales Market y la legendaria Bourbon Street se convierten en las cantinas y bares mas grandes del planeta.
Aquí todo se vale y la gente va de bar en bar llevándose incluso los vasos. Los centros nocturnos con hermosísimas mujeres que con el calor del alcohol suben a los balcones de los segundos pisos de estos edificios típicos que se reconstruyen fieles a la arquitectura franco-española de finales del siglo XIX, ellas asoman provocando el coro de los cientos de admiradores ocasionales que al conjuro de sus bebidas les gritan piropos de todos los tonos hasta que algunas acceden a despojarse de sus blusas para ser admiradas y ovacionadas en esos instantes de fama súbita.
Es Bourbon Street, la misma calle que hace décadas, en los previos al Superbowl de 1981 entre las Águilas de Filadelfia y los Raiders de Oakland colgaban pancartas, portaban camisetas al grito de …
¡Muera el Ayatolah!
Época difícil con el tema de los rehenes norteamericanos retenidos por el líder fundamentalista Iraní el Ayatolah Rujolah Komeini, aquella semana había terminado la débil administración del gris presidente Jimmy Carter, el mismo que había decidido un par de años antes golpear a la entonces Unión Sovietica por aquella invasión a Afganistán con la estúpida medida de boicotear los juegos Olímpicos de Moscú, golpazo insensato, desproporcionado no a los sovieticos que cuatro años después pasarían factura boicotenado ellos a los Olímpicos de Los Ángeles sino al deporte universal.
La debilidad de carácter de Jimmy Carter era también blanco de las burlas en Bourbon Street unos días después del ascenso a la presidencia de Ronald Reagan cuyo primer golpe de fuerza fue la liberación de aquellos rehenes, justo en las fechas del Superbowl, que el Ayatolah utilizó para mostrar su poder exhibiendo al “bonachón” Carter.
El Superdome de Nueva Orleans, el mismo que hoy luce esplendoroso, renovado y flamante, fue adornado con un enorme moño amarillo como símbolo de aquella vieja y hermosa costumbre norteamericana de atar un listón amarillo a un árbol en el jardín de la casa que espera el regreso de sus soldados o viajeros. Era impactante la imagen del enorme estadio con el listón gigante en el mensaje de la NFL a sus soldados y diplomáticos retenidos por el ejercito Iraní, entonces las consignas de las mantas, camisetas, letreros, eran en contra del Ayatolah, blanco de la furia norteamericana entera y la esperanza y seguridad de que las cosas cambiarían, como de hecho fueron, con la llegada de Ronald Reagan.
La comunidad de Nueva Orleans enfoca las baterías hacia el hombre que hace tres años era casi un héroe para los locales, al promover el otorgar la sede de este Superbowl a esta comunidad tan castigada por el Huracán Katrina.
Y conste que la sede se les otorgó solo con promesas y compromisos que apostaban, como así ha sido por fortuna, en la recuperación de la ciudad, de su economía y vida simbolizados por el Superdomo de Louisiana, que en aquellos días de pesadilla fue habilitado como refugio temporal pero que desafortunadamente al no reaccionar adecuadamente autoridades civiles y militares, se convirtió en refugio de malvivientes que abusaron de las circunstancias.
La fanaticada ciega de los Santos tenía fundadas esperanzas de convertir el sueño dorado de tener a su equipo jugando en su propia casa este Superbowl y al no lograrlo ponen condenan como culpable al comisionado, cuando fueron sus propios jugadores y coaches los que con su actitud violenta y agresiva se hicieron acreedores al castigo.
Comisionado contra comisionado
Para echarle mas gasolina al fuego, el ex -comisionado Paul Tagliabue, nombrado por el propio Goodel como juez para el caso, ha señalado que el castigo a los Santos de esta ciudad ha sido excesivo.
Goodel ha respondido con firmeza que no se arrepiente por haber sancionado a Sean Payton, y a su coordinador defensivo Gregg Williams.
El líder de la defensiva, el linebacker Jonathan Vilma fue suspendido por toda la temporada, el defensivo Will Smith, el linebacker Scott Fujita (ahora de Cleveland) y el liniero Anthony Hargrove (hoy sin chamba como agente libre en espera de equipo) recibieron también sanciones aunque desde luego menores.
Paradójicamente ninguno de los jugadores perdió partidos por los castigos y suspensiones, un tribunal civil les permitió retomar sus trabajos en espera de la sentencia definitiva.