El bien de ojo

¿Por qué pensar que solo estamos abiertos a recibir bendiciones y no maldiciones? ¿Qué te hace creer que solo tus buenas vibras llegan a los demás y las malas no?

Así como cuando te va mal, no te sientes bien o vives una tragedia, hay quienes están ahí para pedir por ti, mandarte bendiciones y su buena vibra para que mejores pero desafortunadamente existen personas que hacen lo contrario cuando la vida te favorece.

Annette Manautou Annette Manautou Publicado el
Comparte esta nota

¿Por qué pensar que solo estamos abiertos a recibir bendiciones y no maldiciones? ¿Qué te hace creer que solo tus buenas vibras llegan a los demás y las malas no?

Así como cuando te va mal, no te sientes bien o vives una tragedia, hay quienes están ahí para pedir por ti, mandarte bendiciones y su buena vibra para que mejores pero desafortunadamente existen personas que hacen lo contrario cuando la vida te favorece.

Al escuchar este término por primera vez la mayoría lo relaciona con brujería o hechicería. El mal de ojo no solo es moda, es real. Es una poderosa energía que circula constantemente en la vida diaria.

El mal de ojo es sinónimo de envidia. La envidia es la que despierta sentimientos de celo y resentimiento en tantas personas cuando se comparan con el éxito o la buena suerte de otra persona. Esto puede suceder tanto consciente como inconscientemente. La envidia es falta de amor, es no aceptar lo que te corresponde vivir y desear lo ajeno.

El concepto del mal de ojo existe desde hace miles de años, se menciona en la Biblia. Es un fenómeno reconocido por musulmanes, judíos y cristianos entre muchas otras religiones e ideologías. Filósofos griegos como Platón, Aristóteles y Sócrates también hablaban de él. 

Reyes, reinas y presidentes idearon estrategias para proteger a sus naciones contra este mal.

La Kabbalah dice que el mundo está organizado estratégicamente para que todas las personas de tu vida tengan los mismos rasgos negativos que tu, esos rasgos los podrás notar durante el transcurso de tu vida diaria. En el momento que elijas juzgar a esas personas por esos rasgos, habrás apretado el gatillo contra tu propia persona. Dicho de otro modo, son únicamente tus palabras dichas en contra de otros las que muestran que la culpa está en ti. 

¿Cuántas veces has tenido que tragarte tus palabras? Lo que más criticas, terminas por vivirlo en carne propia o en la de un ser querido. Pensarás que es un castigo, se te olvida que tú lo provocaste.

Una vez que echas el mal de ojo sobre otra persona, abres la puerta para que el mal de ojo caiga sobre ti. Entonces, solo tú puedes protegerte de este mal.

También sucede al revés; si te contienes de juzgar a otra persona, jamás podrás ser juzgado. Imagina las posibilidades, que mundo tan diferente vivirías si tan solo dejaras de criticar a otros. 

Siempre recuerda esta ley universal antes de condenar a alguien. Decídete a neutralizar tu envidia para que puedas protegerte de tus propias acciones malintencionadas. 

La envidia habita en nuestro día a día, con la sensación de competencia y la necesidad de ser el mejor, el más rico o el más exitoso. Esto crea un ambiente de inseguridad, despertando en muchos la creencia de que no son lo suficientemente buenos o capaces de lograr sus objetivos. Al vivir en un ambiente como este, si te va bien, la verdad es que a muchos no les dará gusto tu éxito y probablemente a ti tampoco te haga feliz el éxito de otros.

Cada vez que reaccionas con envidia te alejas de la luz, tu energía baja a un nivel donde vibras en la misma frecuencia que la gente envidiosa y te vuelves objeto de las miradas celosas que muy seguido vienen de tus amigos y enemigos.

Se necesita un trabajo espiritual arduo para que puedas experimentar la buena fortuna de los demás como tuya, porque así es en realidad. 

De la misma manera que los defectos que percibes en los demás son los tuyos, cuando percibes las cualidades y el éxito de otros, te muestran los que es tuyo también, pero al sentir envidia, sin darte cuenta, los bloqueas. 

La mayoría de la gente se protege del mal de ojo. Los católicos se cuelgan un escapulario o algún santo del que son devotos, los budistas un mala, los kabbalistas el hilo rojo, los chamanes traen piedras o cuarzos, algunas personas usan limones otras cobre y así cada quien escoge su escudo protector.

Más allá de llevar puesto un amuleto, es importante llevar la virtud de la humildad. Al hablar de tus éxitos, te conviertes en el blanco perfecto para los demás, no porque la gente sea mala, si no porque la naturaleza humana actúa en el plano material.

Acuérdate que hablar de tus éxitos es una satisfacción que dura 10 minutos, en lo que lo platicas, en cambio, el mal de ojo puede durar 10 días, 10 meses o hasta 10 años. Así que no seas humilde por razones morales o éticas si no por interés propio.

Cuando sientas envidia por parte de alguien, tu tarea es regresarle esa energía que te mandó convertida en bendiciones. Pide siempre tener el poder para ver más allá de los conflictos superficiales y lograr ver la esencia más profunda de todas las personas, al hacer eso te llenarás de amor en vez de envidia. 

No alimentemos el mal de ojo pensando en él todo el tiempo. Nuestro miedo y constante preocupación en estos casos refuerza la energía negativa y nos hace más vulnerables. Toma medidas preventivas, protégete y concéntrate en algo más positivo. Recuerda practicar el don de la humildad y aprende a convertir la envidia en inspiración. 

Procura que tus palabras sean siempre dulces, por si algún día te las tienes que tragar.

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil