‘El bullying no es un juego’
La primera vez que leí esa frase fue con una artista mexicana que sostenía un cartel.
Como no tengo cercanía a las escuelas de los primeros grados, me imaginé que era una buena forma de hacer visible algo que, como escribía en la columna anterior a ésta, está sobrepasando la delgada línea entre lo privado y lo público.
Pero al ser personalmente víctima de acoso cibernético y acercarme a otros casos en peores situaciones, entendí mejor el sentido de ésta.
Indira KempisLa primera vez que leí esa frase fue con una artista mexicana que sostenía un cartel.
Como no tengo cercanía a las escuelas de los primeros grados, me imaginé que era una buena forma de hacer visible algo que, como escribía en la columna anterior a ésta, está sobrepasando la delgada línea entre lo privado y lo público.
Pero al ser personalmente víctima de acoso cibernético y acercarme a otros casos en peores situaciones, entendí mejor el sentido de ésta.
Así que me dí a la tarea de investigar de qué se trata el acoso, o persecución (existen diversos tipos: escolar, laboral, cibernético, psicológico y de exclusión social) que nos tiene aparentemente al acechados por el riesgo, las relaciones violentas o los efectos dañinos que puede ocasionar en las personas, principalmente, en os niños y adolescentes mexicanos.
En mi búsqueda encontré información que me sorprendió por la seriedad con la que se está abordando el tema desde diversas asociaciones de padres de familia, organizaciones de la sociedad civil e iniciativas gubernamentales.
Sin lugar a dudas, es un tema serio que va más allá de las bromas o críticas tradicionales, para entrar en la competencia de la prevención de las violencias y la delincuencia.
“Aprende a decir basta”, es otro slogan que se encuentra en redes sociales por medio de la cuenta Basta MX, que es una iniciativa ciudadana apoyada por el Centro Nacional de Prevención del Delito, en donde se ha abierto una línea telefónica para recibir consejería sin costo.
Esta misma cuenta informa cifras para escandalizar a cualquiera:
“México ocupa el primer lugar en casos de bullying en la escuela secundaria a nivel internacional”.
Y algo más:
“Uno de cada seis niños víctimas de bullying en el Distrito Federal termina quitándose la vida”.
Por si eso no fuera suficiente:
“11 por ciento de los estudiantes mexicanos de primaria han sido amenazados por sus compañeros”.
Y para rematar:
“18 millones 781 mil 875 alumnos son víctimas de acoso escolar”.
Si hacemos proyecciones podemos deducir con facilidad las laceraciones, no sólo del presente, sino del futuro que nos espera cuando estos niños y niñas sean adultos.
O bien, cuando nosotros como adultos somos violentados por esos niños (porque también existen esos casos), o cuando entre nosotros como adultos ponemos esos ejemplos a nuestra infancia en crecimiento.
Si no nos podemos hacer responsables de estas microviolencias, lo más probable es que tampoco podamos enfrentar socialmente o mediante los organismos gubernamentales a las de mayor intensidad y frecuencia.
Carlos Cuarón, cineasta reconocido internacionalmente, realizó un cortometraje que alimenta esta narrativa.
Se llama “El Sandwich de Mariana”, te recomiendo que lo busques en YouTube para que veas la reflexión que su equipo hace desde el cine.
Cuando terminamos de verlo, debatíamos sobre qué tanto debería quedar esto dentro del seno familiar y qué tanta corresponsabilidad debería tener el Estado.
La conclusión fue que, lamentablemente, vistos los hechos de delitos consumados que han convertido en asesinos a los agresores, o incluso a las víctimas, –sin contar las secuelas psicológicas y emocionales- tanto un actor, como los otros, debemos estar afrontando este desafío colectivo de causas multifactoriales.
A veces, por esta cultura del “valemadrismo”, o de no tomar con seriedad estas microviolencias, se escala de manera vertiginosa, de manera tal que cuando se quiere resolver el problema en realidad no hay nada que resolver, más que reaccionar ante las consecuencias.
Si queremos ser un país de avanzada en prevención del delito, habremos de informarnos, hacer un frente común para visibilizar y denunciar cualquier tipo de acoso.
Que no es insignificante, que no es pasajero, que no es una broma, o como dice esa frase resonante de la campaña: “No es un juego”.