Ricardo Anaya tiene un problema; sería un buen candidato a la presidencia de México, solamente que no sería un buen candidato panista. Y eso se debe principalmente a que en política el mero hecho de tener que ganar a como dé lugar lleva ya un indicativo implícito de que algo anda mal.
El costo político de mantenerse al frente del PAN está sumando unos intereses que más temprano que tarde no podrá ser capaz de pagar y la única moneda de cambio será desistir como aspirante a la presidencia.
Y es que no solo se trata de la guerra interna de su partido, sino que hoy por hoy podrá gozar de una base partidista que lo respalda, pero esa base está ya viendo de qué otra rama agarrarse antes de soltar a su niño de ojo chico y ambición grande.
Respeto la manera de defenderse de Anaya, la forma en que se le ha puesto al tú por tú hasta a los más políticos de los políticos, pero la soberbia en política es un lujo más costoso que salir en público con un reloj costoso o poseer un Ferrari.
Si algo ha demostrado el joven queretano es que está dispuesto a todo con tal de llegar a ser candidato. Está dispuesto a irse a la cama con el PRI y con Los Pinos, pero también está dispuesto a escaparse a media noche. También está dispuesto a dejar quemar a los suyos, si no pregúntenle a Guillermo Anaya, que a decir de muchos no es aún gobernador por qué el otro Anaya no quiere dejar de hacer berrinche.
Escuche a un experimentado priista coahuilense decir las palabras mágicas. El PRI tenía poca fe en ganar el estado del norte, pero la estrategia inmediata del moreirismo funcionó, Riquelme aguantó vara. Y eso le dio el leverage necesario a Los Pinos para guardarlo como ficha de cambio, y hoy así las cosas.
Hoy, entre el tema de la fiscalía general y el tema de presupuesto de los partidos, Anaya no halla ni para donde hacerse. Otro problema del líder blanquiazul es que conforme pasa el tiempo, sus posturas recias y volátiles están comenzando a salpicar a la tan añorada alianza entre el PRD-PAN y MC; el denominado Frente Amplio. Vea usted la súbita y repentina carta de Margarita Zavala y Silvano Aureoles para abrir el proceso de designación del candidato.
Ahora bien, tampoco creo que los impulsos del líder priista, Enrique Ochoa, sean exactamente algo que: primero, sean panacea y vayan a hacer desistir a Ricardo Anaya; y segundo, que sean la mejor manera de convencer a un universo de electores, especialmente los jóvenes de que el PRI, sigue siendo opción. Pero, políticamente hablando, no se echan la soga (más) al cuello. O como López Obrador, que de día se la echa y de noche se la quita.
En suma, Ricardo Anaya y el PAN, serán uno mismo en la medida en que su líder sepa administrar su ambición por el poder poder y el poder político. Al final del día, el PAN ha existido y sobrevivido muchos años sin él y ha entrados en una alianza presidencial como la que él diseñó, hay más de dos que sin hacer muchas olas podrían no solo conquistar la candidatura pero también la presidencia. Al tiempo.