La pandemia sin duda vino a cambiar muchas cosas, pero ahora los seres humanos debemos de trabajar en conseguir el equilibrio.
Si bien nos hemos adaptado con modelos de educación o trabajo a distancia, ahora que comenzamos a regresar a las sedes escolares y a las oficinas, también es necesario pensar en un justo medio que nos permita ser un poco más libres, tomando con responsabilidad esa libertad.
Las empresas te mandan a trabajar a tu casa, pero sin darte nada extra, aunque se incrementan los gastos por luz eléctrica y otros servicios; además, dejan de proporcionar equipos de trabajo, como computadoras, y no te ayudan a arreglar tu espacio para que se convierta en tu área de trabajo, ni siquiera ofrecen un escritorio.
Estamos reinventando la forma de trabajar, en un tiempo en el que parece que la oficina dejará de estar en un solo lugar y el trabajo remoto nos replantea cierta autonomía para el espacio personal.
Yo creo que sí volveremos a las oficinas de manera presencial pero es hora de lograr un balance, donde podamos trabajar de manera remota siempre y cuando demostremos que somos igual o más productivos.
Que se valga decir “hoy no quiero ir a trabajar de manera presencial” o “me quiero ir de viaje”, tratar de entender esta responsabilidad y demostrarla, logrando los objetivos de ese trabajo sin tener a alguien detrás o encima de nosotros para presionarnos.
Recordemos que como estábamos antes de la pandemia era horrible, mucha gente se la pasaba en el tránsito tres o cuatro horas de su tiempo, y eso es inhumano. Es necesario entender que tampoco podemos hacer todo a distancia, porque se está perdiendo esta comunidad y todos los valores que implica la convivencia, así como la ayuda mutua que sólo se obtiene estando juntos en un mismo espacio.
Me gustaría que pudiéramos lograr esta armonía. Somos seres humanos y vivimos en comunidades, por eso el fin es buscar cómo seguirnos ayudándonos unos a otros, hombro con hombro o a la distancia.
Este equilibrio es un paso para la felicidad.
Y poco a poco debemos buscar sentirnos bien y estar acorde con nuestro entorno. Desde comer de manera saludable, tener tiempo para nosotros y nuestra familia, hasta tener un espacio para el trabajo, la recreación y contar con un sueño reparador.
La felicidad está en nuestra mente y se trata de dominar nuestros demonios. El bienestar procede desde nuestro interior y absolutamente de nada externo.
Es momento de dejar de responsabilizar a todo el mundo, al Gobierno, el jefe, el amigo, al papá o la mamá, es tiempo de ver hacia adentro y, sobre todo, es cuestión de encontrar el equilibrio.