El incendio de la nación

Advierto la llegada de los primeros vientos, los heraldos del desastre, o sea, las señales enviadas por AMLO, ese siniestro personaje extraído del paleolítico tardío. Toda proporción guardada con Luis XIV, el tabasqueño nos está gritando: “Si no soy yo, entonces el diluvio…” Estamos ante la presencia del político mexicano más perverso, manipulador y cínico de la dolorida historia patria.

Francisco Martín Moreno Francisco Martín Moreno Publicado el
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Advierto la llegada de los primeros vientos, los heraldos del desastre, o sea, las señales enviadas por AMLO, ese siniestro personaje extraído del paleolítico tardío. Toda proporción guardada con Luis XIV, el tabasqueño nos está gritando: “Si no soy yo, entonces el diluvio…” Estamos ante la presencia del político mexicano más perverso, manipulador y cínico de la dolorida historia patria.

Ahí está AMLO, el incendiario que antes había tomado por la fuerza pozos petroleros, el mismo que después trató de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, actitud intolerante que, de haber resultado exitosa, hubiera equivalido al derrocamiento del Jefe del Ejecutivo. En resumen, un golpe de Estado.

¿Y cuando declaró “váyanse al diablo con sus instituciones…?, expresión que materializaron eficazmente, los Chávez, los Castro, los Somoza y los Trujillo, feroces enemigos del desarrollo económico y social del hemisferio.

¿Y cuando tildó de “Pirrurris” a los ciudadanos que marchamos en el Paseo de la Reforma para protestar por la ola de violencia que padecimos en el DF durante su mandato? ¿AMLO va a acabar con el narcotráfico cuando no pudo con delincuentes menores en nuestra ciudad capital?

Ayer sostuvo que “ya no funciona ningún orden de la vida pública”, aseveración que debe incluir al Banco de México, al INEGI, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otras tantas instituciones garantes del orden público nacidas después de una pavorosa revolución. 

Para él los consejeros del IFE “no son autoridades ciudadanas… están ahí porque los recomendó el PRI, el PAN o el PRD.” ¿Entonces, según él, ¿tenía que haberlos impuesto un tirano en lugar de los legisladores federales derogando con ello las instituciones republicanas? ¿Las casas encuestadoras? Éstas solo merecen su respeto si lo identifican como el candidato triunfador, todo lo demás es basura, como lo es la guerra sucia si ésta le daña políticamente, pero no lo es aquella con la que él y sus huestes bejaranistas lastiman a sus opositores para desprestigiarlos con razón o sin ella.

Ahí está la víctima propiciatoria, actitud adoptada para lucrar con la compasión pública y atraer con emociones y, no con razones, a los desesperados que rechazan justificadamente al PRI o al PAN por corruptos o por ineficientes o por ambas penosas realidades conjuntas.

Lo que es absolutamente reprobable es volver a propiciar el incendio del país porque el electorado, cuya voluntad volverá a custodiar un millón de mexicanos en las urnas, no le distinga de nueva cuenta con su confianza, por más “masoquista” que sea la nación, por lo que tendría que volver a auto-investirse como presidente legítimo para intentar acabar, ahora sí, con las instituciones nacionales.

Este mexicano demagogo y extraviado que desconoce el sentimiento del más elemental patriotismo pretenderá incendiar el país si la voluntad popular no lo favorece el 1 de julio. Solo el pueblo lo aconseja y él cumple con lo que el pueblo le ordena, en la inteligencia de que él es el pueblo…

La “República Amorosa” perecerá incendiada por el hijo pródigo que juró defenderla hasta la muerte. Nos vemos después del 1 de julio…

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