¿El mejor remedio?
Lo anterior es una clara señal al mercado de que ya han visto la “luz al final del túnel” y es momento de normalizar la política monetaria en dicho país. Sin embargo, el camino hacia la normalidad no parece bien trazado.
La Fed fue clara en que se trataba de un programa de inyección de liquidez sin paralelo. El tamaño de la enfermedad ameritaba una medicina amarga. El problema fue que el mercado se hizo adicto a la medicina.
José Luis TamezLo anterior es una clara señal al mercado de que ya han visto la “luz al final del túnel” y es momento de normalizar la política monetaria en dicho país. Sin embargo, el camino hacia la normalidad no parece bien trazado.
La Fed fue clara en que se trataba de un programa de inyección de liquidez sin paralelo. El tamaño de la enfermedad ameritaba una medicina amarga. El problema fue que el mercado se hizo adicto a la medicina.
Desde la sola insinuación de que la droga favorita del mercado (la liquidez) se daría en dosis más pequeñas y que los estímulos tendrían un fin, los mercados comenzaron a entrar en pánico.
El tema no es el final de los estímulos, sino la incertidumbre. La Fed avanza paso a paso, sin prometer plazos, montos o fechas límite. Difícil no perder la calma cuando no se sabe con certeza hasta cuándo seguirá el tratamiento.
El contagio ha golpeado al bloque de países emergentes. Brasil, Turquía, India, Sudáfrica e Indonesia son los más claros ejemplos de naciones afectadas por la volatilidad en los mercados.
Estas naciones han sido afectadas en dos formas: primero con la apreciación de su moneda frente al dólar al inicio del programa de estímulos, y hoy en día por el efecto contrario.
En primera instancia la apreciación de la moneda de las naciones emergentes frente al dólar debilitó sus exportaciones al aumentar su valor frente a otras divisas. Este fenómeno es a grandes rasgos lo que se le conoce como la “guerra de divisas”.
Y en el escenario actual, muchas economías emergentes aprovecharon la oportunidad que brindaban las bajas tasas de interés en Estados Unidos y emitieron deuda en dólares a muy largo plazo a tasas atractivas.
Con el anuncio de un final próximo a la política monetaria expansiva del vecino del norte, ha venido un aumento en las tasas de interés de largo plazo a nivel global, disminuyendo el valor de los bonos emitidos en dólares.
Y aunque se “normalizaran” las tasas de interés en EU, muchos instrumentos de deuda corporativa de los países emergentes dejarían de ser atractivos.
Después de todo, como dice Martin Wolf, las manejadoras de fondos buscarán la antigua “seguridad” y no arriesgarse en búsqueda de mayores rentas.
México no está exento de estos problemas, aunque si bien es cierto que los padece en menor medida. Aunque el peso ha perdido terreno frente al dólar a raíz del anuncio de la Fed el pasado mayo, no vemos devaluaciones como la de la lira o el real.
El secreto del menor impacto radica en la salud macroeconómica. Con los sanos niveles de endeudamiento y los últimos aumentos en calificaciones crediticias, México no se ha visto obligado a subir su tasa de referencia (al contrario, la ha disminuido). En pocas palabras, se contaba con buenos anticuerpos.
Ya son muchos los contagiados por el experimento monetario de la Fed. No son condenables los estímulos en sí mismos (el debate al respecto es amplio), pero hay que ser claros en que ni siquiera la misma Fed puede predecir bien a bien cómo va a funcionar el tratamiento o hasta cuándo acabará este.
“En el margen“ es un blog de temas de economía.