El miedo antes de volar
Todo parece indicar que el anhelo tan esperado y que inicialmente se sintió plausible, el de contar con una transición de gobierno, civilizada y en calma se comienza a esfumar. No pasó mucho tiempo después del histórico encuentro entre los dos innombrables- Peña Nieto y López Obrador, según su punto de vista- para que las […]
Rodrigo VillegasTodo parece indicar que el anhelo tan esperado y que inicialmente se sintió plausible, el de contar con una transición de gobierno, civilizada y en calma se comienza a esfumar.
No pasó mucho tiempo después del histórico encuentro entre los dos innombrables- Peña Nieto y López Obrador, según su punto de vista- para que las fotos del colorido recuerdo democrático se empezaran a despintar. Primero la gloria, la humildad y la cordialidad entre el virtual presidente electo y el actual, para después pasar a zarpazos. Poco importa quién empezó, lo que importa es que siguen y podrían empeorar. Y pregunte usted, ¿quién acaba perdiendo como siempre con esa situación? México.
La multa millonaria del INE a Morena, interpretada por su líder cómo venganza, no ayudó. Pero eso no lo es todo, la obstinada decisión ejecutiva de desaparecer órganos vitales de la institución e investidura de la presidencia de la república – como el Estado Mayor Presidencial-, acompañada por la “plantadota” que le puso AMLO al presidente Peña Nieto en la Cumbre de la Alianza del Pacifico, han sido fenómenos de acciónreacción que solamente desaíran el sueño de la democracia madura.
A eso súmele que el virtual presidente electo le dio tres mordiscos al corazón del Estado mexicano. Primero, desaparecer el único órgano de inteligencia civil del país y trasladarlo a donde por principio revolucionario no debería estar, en seguridad pública. El segundo se lo propinó a la secretaria de la defensa nacional, continuando con la venta del avión presidencial, que no es del presidente, es de la Fuerza Aérea Mexicana. Y tercero, AMLO ha anunciado la cancelación de un programa de la Marina que contemplaba la compra de 8 helicópteros MH-60 “Seahawks” para equipar las patrullas oceánicas de largo alcance en construcción. Todo esto bajo la sombrilla del plan nacional de austeridad.
Sin embargo, los embates en las alturas incentivan los embates en los niveles inferiores en ambos equipos de transición. Y el problema está, en que cuando el miedo a lo desconocido- aquello que dijeron que ya no había por que tenerle miedo- y la venganza se manifiestan en forma de coágulos burocráticos que entorpecen la transición, los perdedores -aparte de que son los que entregan, no los que reciben- somos los ciudadanos.
Por ejemplo, en el caso especifico del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que ha sido uno de los casos que más ha polarizado al país y del que todavía existe incertidumbre; todavía no empiezan a volar ni aviones, ni comienza el nuevo gobierno y la guerra de intereses ya esta por todos los rincones mediáticos del país.
Pero lo cierto es que la única responsabilidad del gobierno actual es la de entregar la administración al equipo entrante. No la de entrar en el juego perverso de los intereses y caer en la tentación de salvar cualquier entramado de beneficios. La resistencia al cambio, siempre genera fricciones que de no ser tratadas a tiempo, pueden terminar desgarrando el tejido legal y el del sentido democrático de una transición de gobierno.
Las chispas que salieron en días pasados, luego de la reunión entre el equipo del todavía secretario de comunicaciones y transportes, Gerardo Ruiz Esparza; y el equipo del elegido a sucederle, Javier Jiménez Espriú, para tratar el tema del Nuevo Aeropuerto, dejan mucho de que hablar. Sobre todo porque las reacciones por parte del séquito encargado de entregar el proyecto son de miedo, tanto que los más informados afirman que entre las subsecretarías, el miedo no anda en burro, sino a pie.
Aferrarse al pasado y no aceptar la nueva realidad, amenaza a que este tipo de conductas se repitan, creando una pandemia de recelo, negación y confrontación que permeará el ambiente sociopolítico. Quitando así el buen sabor de boca que nos había dejado la fiesta democrática del primero de julio. Por eso no hay que tener miedo antes de volar, porque eso sólo causa nauseas y eso amenaza con estropear el viaje al “nuevo destino”, el que empieza el próximo primero de diciembre y termina en 2024. Al tiempo.