El ogro está en los detalles
El Diario Oficial de la Federación publicó el 25 de abril el decreto a través del cual al 2014 se le declara como “El Año de Octavio Paz”.
Un justo homenaje a nuestro poeta, ensayista y Premio Nobel. Sin embargo el honor queda incompleto si tomamos en cuenta que Paz fue siempre un hombre de ideas, y estas son las grandes ausentes en el auge reformista.
Me refiero sobre todo a un punto central en su obra, y es que en su crítica al ejercicio del poder, Paz señaló un vicio de la política –sobre todo latinoamericana- al que acuñó: “el ogro filantrópico”.
José Luis TamezEl Diario Oficial de la Federación publicó el 25 de abril el decreto a través del cual al 2014 se le declara como “El Año de Octavio Paz”.
Un justo homenaje a nuestro poeta, ensayista y Premio Nobel. Sin embargo el honor queda incompleto si tomamos en cuenta que Paz fue siempre un hombre de ideas, y estas son las grandes ausentes en el auge reformista.
Me refiero sobre todo a un punto central en su obra, y es que en su crítica al ejercicio del poder, Paz señaló un vicio de la política –sobre todo latinoamericana- al que acuñó: “el ogro filantrópico”.
Entendemos al ogro como la presencia abrumadora del Estado en respuesta a la desigualdad que vive su población. Son los subsidios, las dádivas, las concesiones con las que el gobierno espera subsanar su ineficacia para generar oportunidades y detonar el desarrollo económico.
El PRI ha sido uno de los principales exponentes en este tipo de políticas. Arropa sindicatos, líderes, patrocina intelectuales, televisoras y empresarios. La filosofía es que todo mundo cabe en el gran manto protector del Estado.
No siempre ha sido percibido como algo negativo. Antes del conflicto de Tlatelolco, las políticas “filantrópicas” del régimen priista eran percibidas como parte de un pacto social que puso fin al conflicto revolucionario.
Fueron precisamente intelectuales como Paz quienes exigían una mayor apertura, tanto política como económica, ante las señales de agotamiento del modelo.
Fue la caída del Muro de Berlín y el nuevo orden global los que mandaron una señal terminante al partido hegemónico: la apertura económica y democrática son condiciones necesarias para la modernidad. Como el ogro no se lleva bien con regímenes abiertos, más bien se alimenta de Estados obesos, el Revolucionario Institucional se portó renuente al cambio y lo realizó por partes.
La apertura económica se dio de inmediato en el sexenio de Salinas y en el comienzo de la apertura política con Zedillo.
Pero las victorias del PAN no significan el pleno cumplimiento de dicha apertura. El manto de poder construido durante 71 años sigue aún vigente.
Una de las virtudes del PRI es su disciplina y maquinaria política, misma que le valió para regresar a Los Pinos aprovechando poco orden de sus oponentes. Ahora el estandarte es que si ellos establecieron el pacto social del Siglo 20, quieren ahora darle forma al del Siglo 21.
Pero por más que el discurso sea modernizador, la fórmula sigue siendo la misma utilizada desde 1929: cubrir a todo México bajo el gran manto del Estado.
Basta ver el contenido de las reformas. Por ejemplo a problemas como la informalidad, aunada al cambio en la estructura de la pirámide poblacional que puede resultar en una grave escases de acceso a una pensión, el gobierno les receta una pensión universal.
Dicha pensión no será suficiente para garantizar un retiro digno de los trabajadores y sí podría ser un incentivo a la informalidad. No se tiene una visión comprensiva de los problemas, ni se atacan de forma eficiente.
Aunque las reformas van (en su mayor parte) en la dirección de una mayor apertura económica, ninguna va en pro de una mayor apertura democrática.
Parecería una burla a la memoria de Paz, más que un homenaje, que el 2014 sea su año, porque éste ha sido el año donde se sentaron las bases para que regrese “el ogro” con más fuerza.