El asalto a la razón lo consumó ahora Emilio Gamboa en la Cámara de Senadores. ¡Claro que no se habló de una reducción del número de legisladores federales para adelgazar el gasto público, ni se abordó el tema de la disminución de sus jugosas dietas exentas de impuestos, la colosal envidia de toda la nación, más aún la de los 53 millones de mexicanos sepultados en la pobreza y que no imaginan el importe de los salarios que devengan quienes dicen representarlos, incluidos los plurinominales por los que nadie votó…!
Cuchillo en mano, Gamboa encabezó el grupo de verdugos decididos a cumplir las consignas de sus líderes políticos sin detenerse a evaluar los alcances de sus crímenes perpetrados en contra del crecimiento económico de México.
¿Sabrán estos torturadores que el precio de las acciones de las empresas mineras internacionales con inversiones en nuestro país se desplomaron con el solo anuncio de los incrementos tributarios al sector?
¿Sabrán los martirizadores de México el poder de los mercados? ¿Habrán oído de ellos? ¿Sabrán que aquellas están reflexionando las posibilidades de invertir más en México por la explosividad tributaria?
¿Sabrán que diversas maquiladoras ya planean huir a Brasil o a Costa Rica o hasta China, en donde se les extienden seguridades y canonjías a cambio de empleos?
¿Entenderán los senadores que las reformas tributarias deben instrumentarse cuando la economía va en auge y no en una recesión que anuncia un desplome del PIB a menos del uno por ciento?
¿Es la hora de sustraer recursos a las empresas que crean empleos productivos para invertirlos en la demagogia del seguro del desempleo que han empezado a descartar países más avanzados? ¿Cómo demostrar un hecho negativo como el de ser desempleado? ¿Sabrán que se requieren batallones de inspectores para verificar que el solicitante no tenga trabajo como acontece con millones que tienen ingresos en la economía informal?
¿Sabrán que en el mundo se gravan los consumos y cada vez menos los ingresos? ¿Sabrán en su irracionalidad que vamos en sentido contrario y que, a más pobreza en las finanzas públicas, más daño ocasionan estos programas para los que México no está preparado? ¿Qué tal si en un par de años hay más asegurados sin empleo que contribuyentes cautivos en el ISR? Más irracional aún si no se pierden de vista los millones de mexicanos mañosos que esperan gozosos quien les financie el ocio.
¿Sabrán lo senadores que la reducción en materia de deducciones de previsión social la van a pagar los trabajadores en lugar de las empresas?
¿Serán tan candorosos como para no entender que están atentando en contra del empleo? ¿Sabrán los peligros del endeudamiento público, una película que ya vimos los mexicanos?
El origen de la irracionalidad legislativa se entiende por los intereses políticos inconfesables, por la ignorancia, los fanatismos, la frivolidad y la irresponsabilidad.
¿Quién manda en México? ¿Dónde acaba la culpa del gobierno y comienza la de la sociedad, empresarios incluidos, que toleran el acuchillamiento de México? ¿Y los poderes fácticos? ¿Y el cierre de empresas y el paro de labores y la protesta ciudadana?
Como bien decía Cantinflas: En México nunca pasa nada, hasta que pasa y cuando pasa, claro, decimos, tenía que pasar…