El pasito del PRI

Los priistas de hueso colorado en el DF deben de estar no de tres colores, sino de cinco. Pues es que ya sin más ni más Mariana Moguel Robles, la hija de la experredista Rosario Robles, es es la nueva dirigente del PRI en esta gran Ciudad de México. Su compañero de fórmula será Tonatiuh González. Llama la atención que estos nóveles priistas se impusieron sobre la militancia de antaño y, sobre todo, de la militancia que ha tenido preponderancia y que se ha gastado la suela de los zapatos. Se sabe que son muchos los desconcertados pero poco los animados a exigir su lugar en el PRI. Es muy probable que esta decisión sea determinante para el futuro del PRI en el Distrito Federal, donde, dicho sea de paso, no logra fortalecerse el partido.

¿Para qué?

Tal parece que los diputados del PRI que estaban muy animados porque ya se les iba a hacer aprobar la reforma al Pensionissste tuvieron que ceder. Ayer ya estaba listada en el orden del día la discusión de la reforma al sistema de pensiones del ISSSTE y se decidió aplazar la aprobación –ya inminente– para el martes próximo. Aunque los priistas presumían de tener el apoyo de los sindicatos de burócratas más grandes del país, lo cierto es que ayer mismo se vio un poco del músculo de los gremios no alineados. Ante la amenaza de más bloqueos y de subir el tono de las protestas, a los priistas no les quedó de otra más que abrirse al diálogo que tendrán el lunes con sindicatos como el de la UNAM y otros inconformes para escuchar sus puntos de vista. Eso sí, los tricolores han dicho que, después del diálogo, la discusión en el Pleno va el martes próximo. Ahora sí que, como dice la canción, “¿Y todo para qué?”.

Gallo duranguense

Pues el PRI en el estado de Durango ya tiene su gallo. Esteban Villegas Villarreal será, por lo que todo indica, el próximo candidato del tricolor al Gobierno de Durango. El alcalde de la capital duranguense recibió todo el apoyo del Comité Estatal y aunque para algunos les suena un destape oficial adelantado, no les quedará más que cruzarse de brazos, ya que se oficializó el nombramiento y ya no hay nadie que pueda respingar.