América tuvo para emparejar, pero aparece el débil y miedoso Narciso Mina que llegó a “arrugarse” al momento de la verdad.
Traicionó la confianza que Miguel Herrera depositó en él durante la final luego de la maniobra “audaz” de sentar a su caballo de batalla, Luis Gabriel Rey.
Muchas semanas el ecuatoriano Narciso Mina gritaba a los cuatro vientos que merecía una oportunidad, solo que sus fallas horrorosas en momentos clave, que se tradujeron en jugadas de reacción leonesa que, ellos sí, convierten en goles que dan la victoria y el título.
Mi querido “Piojo”, no le busques “tres pies al felino”.
No es el arbitraje, son las “fallototas” de los tuyos y los aciertos del rival lo que les arrebata el título.
León nunca se traiciona
En la cancha del Azteca hubo una sola realidad, el futbol se gana con goles, no con llegadas, y dominio o buen futbol.
América tuvo en los primeros quince minutos la oportunidad de cerrar distancias con aquella jugada de Luis el “Quick” Mendoza, que a los ocho minutos tiró cruzado estrellándola al segundo poste.
Un par de minutos después, Narciso Mina falló espantosamente un cabezazo “solo y su alma” frente a William Yarborough. Esa falla del ecuatoriano precede a la descolgada leonesa que en pared deja solo al argentino Boselli para no fallar y enfriar, no solo al Azteca, sino a todo lo que huele a americanismo.
Al 37’ otra vez el villano Mina falló otro cabezazo, chorreándolo por un costado. Más tarde, América empata con autogol y así se van al descanso solo que…
León no falla ‘esas’
Las “fallotototas” de Narciso Mina, al que no solo le pesa la final sino la camiseta del América y el miedo que lo hace verse chiquitito, al tiempo que León anota las que se le presentan. Ahí la diferencia.
Las enormes fallas de Mina contradicen el cambio táctico de Herrera, de ponerlo en lugar de Luis Gabriel Rey. Cierto, las oportunidades ahí estuvieron, las definiciones de Mina lo mandaron derechito a la lista de transferibles. Y si quiere volver a vestir la camiseta de América, será comprando una, porque el abucheo al sacarlo por fallón es acompañado por la rechifla y abucheo del americanismo en pleno como la despedida más que cantada.
Y de paso no estaría mal que se llevara al famoso “Riflecito” que nunca acabó por convertirse en un verdadero rifle.
Un tremendo campeón
León por su parte mantiene la inercia del final de temporada: avasallador, implacable, convencido de lo que hacen y lo que dicen del cuerpo técnico a la cancha y de regreso.
Una directiva apoyadora y metida que no requiere de insultar a sus “pares” escupiendo al cielo llamándose victima de “la mafia del futbol”. Que, en caso de existir, ellos mismos eran parte de ella.
León es más que un gran equipo, es un equipazo formado en las trincheras de la humildad y el trabajo de y en equipo.
‘Rafa’ Márquez, Ave Fénix
“Muchos me daban por muerto”, dijo Rafa Márquez en su primera reacción con la medalla del título colgada al cuello. No es una revancha pero sí una reafirmación de un gran capitán que se mantiene con lo que aun le resta.
Ya no es aquel nivel excelso del Barcelona, pero a pesar de sus miles de kilómetros recorridos, el nivel de líder natural le permite llevarse su primer título en el futbol mexicano, que se suma a sus muchos logros en Europa.
Así las cosas pues, León es un gran campeón, más que digno, merecedor del título que hoy ostenta al cumplir con la regla mas importante del torneo: “el campeón es el que gana la liguilla”.
América, por las circunstancias que sean, repechaje del Tri incluido, viene a menos de la liga a la liguilla. León viene a más y lo rubrica en los dos partidos que además cumplen con la máxima elemental del futbol: “esto se gana con goles, no con dominio o llegadas” y aquella de “gol fallado es gol en contra”.
¡LEÓN, UN ENORME CAMPEÓN!