El primer paso

Pasado este tormento uno pensaría que, entonces, ahora sí, habría que trabajar todos unidos en torno al proyecto que resultó vencedor. Sin embargo, para ello se requieren al menos dos condiciones: primero que haya proyecto; y segundo, que quienes perdieron  o no obtuvieron la confianza de la mayoría tengan la humildad de reconocerlo y la capacidad de ver más allá de sus intereses particulares en beneficio del interés general, sin que ello implique claudicar a sus ideales y objetivos de partido.

Juan Reboulen Juan Reboulen Publicado el
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Pasado este tormento uno pensaría que, entonces, ahora sí, habría que trabajar todos unidos en torno al proyecto que resultó vencedor. Sin embargo, para ello se requieren al menos dos condiciones: primero que haya proyecto; y segundo, que quienes perdieron  o no obtuvieron la confianza de la mayoría tengan la humildad de reconocerlo y la capacidad de ver más allá de sus intereses particulares en beneficio del interés general, sin que ello implique claudicar a sus ideales y objetivos de partido.

En cuanto al proyecto, y por lo que toca a la parte económica, aún no está del todo claro cuál será la línea que seguirá el próximo gobierno y qué estrategia adoptará para cumplirlo. Es claro que el país tiene que crecer a tasas más elevadas y generar mucho más empleos al año, como también es claro que para ello se requiere la aprobación de ciertas reformas legales y constitucionales. Pero ello no es condición suficiente para lograr estos objetivos; en el plano de las políticas públicas hay mucho que se puede hacer y aún no se ve claro por dónde se avanzará: algo se ha dicho sobre la infraestructura, sobre mantener la estrategia comercial de seguir promoviendo el libre mercado, impulsar la innovación, crédito, en fin, más lugares comunes que propuestas específicas. No obstante, esto es comprensible dado que en este momento se están integrando los equipos y quienes asumirán la responsabilidad de la conducción del país, seguro que apenas se están dando cuenta de la cantidad y dimensión de  problemas que les está heredando sus antecesores, pese a la sacrosanta estabilidad macroeconómica y solidez de las finanzas públicas.

Lo que cuesta trabajo entender es la defensa airada que los estrategas económicos del gobierno saliente están haciendo sobre lo que denominan sus “éxitos” en materia económica: que nuestro sistema financiero es sólido, que las variables macroeconómicas son estables, que nuestras exportaciones crecen a tal ritmo que mandamos diariamente al exterior mil millones de dólares, etc. Puede que todo esto sea cierto y sea la razón por la que el país no esté peor, pero en realidad de qué sirven estas justificaciones, si además de la mediocre tasa de crecimiento de la que todo mundo habla, tan sólo en lo que va del 2012 se sumaron medio millón de mexicanos a la pobreza, según los datos más recientes de Coneval. De qué sirve toda esta defensa si el poder adquisitivo del salario medio en el sector formal ha disminuido un 32% en la presenta administración o si la informalidad –que oculta la verdadera cifra del desempleo- absorbe al 29% de la población ocupada.  

Cuesta trabajo entender porqué no se quiere reconocer la dimensión del problema. Tres hipótesis a desarrollar en colaboraciones posteriores: soberbia intelectual que conduce al fundamentalismo de mercado, fuertes intereses económicos que sí están siendo beneficiados por el estado actual de cosas y que se han apoderado desde hace años de las decisiones públicas, o una combinación de ambas.

La aceptación es la piedra angular del cambio, dice el primer paso de uno de los programas de vida más exitosos en el tratamiento de problemas de adicciones. Si no tenemos capacidad para reconocer nuestros errores y nuestros problemas, nunca podremos iniciar  el verdadero cambio. En este sentido, lo primero que tendríamos que preguntarnos es si realmente tenemos interés en cambiar el estatus quo para entonces poder pasar a la discusión del proyecto. Pero mientras continuemos pensando que el tema es de percepción o de falta de comunicación efectiva, o que el problema es que la medicina no ha surtido efecto porque no ha sido administrada en las dosis necesarias pese a 25 años de tratamiento, el enfermo no se va a recuperar. México no tiene tiempo para debates infructuosos ni puede darse el lujo de revivir viejas polémicas como la de apertura vs proteccionismo; esos no son más que falsos dilemas que ocultan el tema de fondo o simplemente revelan ignorancia. El mundo ha cambiado y las categorías de análisis que nos servían para entender los desafíos de los años 80 y 90 ya no son útiles para comprender y enfrentar los retos del presente. El mundo se debate hoy por encontrar formas que permitan impulsar el crecimiento y generar empleo en cantidad y calidad suficiente para mitigar la desigualdad social, y lo que hemos venido haciendo en México en materia económica en los últimos 15 años por lo menos no ha dado resultados aceptables en estos rubros. 

Los países que están creciendo a tasas aceleradas y generando empleos para su población lo están haciendo mediante el impulso decidido de políticas de fomento, principalmente en el sector manufacturero; políticas en las que participan en conjunto todos los sectores con un solo objetivo en mente: crecer económicamente. Todo se mide y se ponen tiempos y objetivos claros, y lo que no resulta se modifica. Así lo hizo Corea del Sur hace 30 años cuando su PIB per cápita era menor al de México y hoy nos rebasa por más del doble. Todo lo iniciaron a partir de reconocer que había un problema y que, por lo tanto, había que cambiar. Y así, dieron el “primer paso”.

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