El síndrome del Chicharito
También hay otra especie de mitos cuya función es la contraria. Nos ponen limitantes y barreras, nos intentan dar explicaciones sobre nuestras frustraciones y acaban por condenarnos a ellas. Así surgió el mito del síndrome del “Jamaicón” Villegas: defensa impasable, capaz de neutralizar a Garrincha, al salir de México el “Jamaicón” extrañaba el pozole y era incapaz de encontrar su nivel futbolístico.
Emilio LezamaTambién hay otra especie de mitos cuya función es la contraria. Nos ponen limitantes y barreras, nos intentan dar explicaciones sobre nuestras frustraciones y acaban por condenarnos a ellas. Así surgió el mito del síndrome del “Jamaicón” Villegas: defensa impasable, capaz de neutralizar a Garrincha, al salir de México el “Jamaicón” extrañaba el pozole y era incapaz de encontrar su nivel futbolístico.
El mito del “Jamaicón” se ha vuelto un fantasma que persigue e incluso predispone a los pocos jugadores mexicanos que han osado probar suerte en el extranjero. Por eso, hay veces para cambiar una realidad hay que crear o transformar un mito.
En un país futbolero, durante décadas nada fue mejor que ese deporte para explicar nuestros complejos. “Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, una frase típica de la mediocridad que tuvo nuestra selección durante muchos años. Después, inspirados por Coelho y el boom de la autoayuda inventamos la autosuperación en masa. Nuestro mantra: “Sí se puede, Sí se puede”. Pero 120 mil gargantas no son suficientes para destruir mitologías bien arraigadas en nuestro inconsciente. Ahora, el avenir parece traer mejores promesas, nuevamente el futbol da esperanzas a los que queremos destruir viejos fantasmas.
Para ello es necesario construir esa nueva historia que se contrapongan a nuestros miedos e inseguridades. Poco a poco la mentalidad ha ido cambiando, nos vamos acostumbrando a la idea de que el triunfo es posible, en ese contexto surge un nuevo mito necesario para explicar nuestras recién adquiridas motivaciones. El “Chicharito”.
Sencillo, ambicioso y trabajador, Hernández demostró que el éxito no requiere de misticismo. En la época anterior al “Chicharito”, en México un Hugo Sánchez o un Rafa Márquez solo podían entenderse como accidentes, intervenciones de lo sobrenatural: son exitosos a pesar de ser mexicanos. Las increíbles acrobacias de Sánchez y la elegancia de Márquez subrayaban su condición inhumana. Incluso en Europa jugadores así son rarezas.
Pero Javier Hernández no mete goles de chilena ni da pases de gol desde la defensa. La manera de ser y de jugar del “Chicharito” vuelve su mito mucho más alcanzable y por ello mucho más sorprendente. En “Chicharito” la dedicación y el esfuerzo se imponen al talento nato. Por eso nos queremos reflejar en él, porque no todos podemos poseer tanto talento, pero sí podemos esforzarnos.
Hemos creado un nuevo mito, una nueva historia que nos identifica y quizás ayude a redefinirnos como mexicanos. El síndrome del “Chicharito” da un nuevo aliento a nuestro deprimido inconsciente colectivo. Como mito remplaza al del “Jamaicón”, dándole un nuevo sentido: El pozole es rico, pero si el éxito está cifrado en fish and chips, entonces que así sea, habrá que ajustar la dieta.
Ahora los mexicanos vemos los partidos del Manchester United para sentirnos reflejados en un espejo y ojalá, algún día, aplicar el ejemplo en nuestra vida. Mientras tanto, a nadie le importa si el equipo gana, si Ryan Giggs ha jugado 918 partidos con el Manchester, “¡por favor, pásensela a ‘Chicharito’!, aunque no esté en posición de gol”. Si “Chicharito” se va al Arsenal mañana, ni modo, nos volveremos cañoneros.