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El tema discutido

Regresando a la Ibero, el tema discutido es el #YoSoy132. Y, de alguna manera, se le revisita completamente.

Regresando a la Ibero, el tema discutido es el #YoSoy132. Y, de alguna manera, se le revisita completamente.

Algunos hablan de sus logros, mientras los alaban; otros de sus defectos, con el afán de criticarlos, ya sea proponiendo o destruyendo. Algunos otros lo dan por muerto y establecen que fue un producto encontrado en medio del proceso electoral. Hay quienes también confiesan que no saben bien a bien de qué va el movimiento y se reservan el derecho de opinar. Hay quienes revelan una especie de desencanto: se sienten defraudados, de alguna manera, por las reacciones del movimiento ante ciertas situaciones y viven con la firme convicción de que el 132 se ha desvirtuado.

Bienvenidos a esta clase, chicos. Me van a decir en qué semestre están, a qué subsistema van y qué opinan del Más de 131 –que es el movimiento propio de la Ibero– y del #YoSoy132–, pregunta una maestra mientras comienza su clase.

El tema está arraigado, a su manera: el 132 ha sido un indicador que remite de forma inmediata a la Universidad Iberoamericana y a su comunidad. Y en ese sentido es comentado por gran parte de sus miembros, ya sea en salones de clase o en jardines y pasillos de la universidad.

Las opiniones, por supuesto son variadas: el 132 ha sido, a final de cuentas, un conjunto de visiones y posturas encontradas; todas ellas viscerales. Las razones de esas opiniones, sin embargo, se deben en su mayoría a lugares comunes que se han creado a partir de la movilización social, pero sobre todo a convicciones personales muy arraigadas de la misma: cada quien ve al movimiento que quiere ver, y siempre encuentra algún argumento que justifique su visión.   

–La verdad yo no estoy de acuerdo con ellos. Digo, está bien que la gente se manifieste, pero hay que respetar ¿no? A mí me daba mucha pena decir que era de la Ibero, después de lo de Peña. Digo, los respeto muchísimo, y neta soy la primera en estar en contra de que regrese el PRI, pero creo que hay otras formas de expresarle a alguien que no estás de acuerdo con él, ¿no?–, dice una chica en un salón de clase.

A casi tres meses de sucedida, la fecha sigue siendo recordada y mitificada por varios miembros de la comunidad Ibero. No en el sentido de engrandecerla, sino en uno de señalar una serie de situaciones y comentarios, acciones y posturas, que se supone sucedieron ese día, con respecto a la visita.

El 11 de mayo eclipsa de alguna manera todo lo que lo ha sucedido: los debates 132 y las protestas frente a Televisa, los brigadeos informativos y las manifestaciones en el DF y en otras ciudades del país. Se trata de un suceso que ha generado una serie de situaciones no explicadas que conllevan a una buena cantidad de pretextos, de excusas y puntos de partida que ponen en duda la trascendencia de cualquiera de las acciones que se hayan realizado a partir de ese viernes negro.

La convicción anti Peña nació mucho antes del 132, con los deslices del entonces candidato en la FIL de Guadalajara; e incluso, si se escarba, desde mucho antes. 

El cuestionamiento a esta convicción surgió a partir la consolidación del 132 y del antagonismo que supone para el PRI, desde la manifestación social. El 11 de mayo fue un catalizador innegable de lo que parece no ser reconocido: el 132 es una bandera de la reivindicación del estudiantado. 

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No en un sentido de no cumplimiento de acciones concretas, mismas que son propuestas por asambleas locales y que son llevadas a cabo por ellas mismas. Sino en un sentido, en donde esas acciones, formuladas por las mencionadas asambleas, adquieren un sentido de mayor fuerza, en tanto a que no hay un conjunto de acción colectiva.