El tren que se va
Desde la introducción de la locomotora a principios del siglo XIX en Inglaterra hasta la creación del tren bala en Japón, el tren ha sido asociado con el progreso. Durante siglos, el tren no solo ha transportado personas y bienes sino también información, sueños, conocimiento y cultura. Las sociedades eventualmente se acostumbran a la tecnología y entonces ésta se asimila como cotidiana. Pero si somos capaces de dejarnos apantallar por el ipod, es difícil vislumbrar el shock que causó el tren aún muchos años después de su aparición.
Emilio LezamaDesde la introducción de la locomotora a principios del siglo XIX en Inglaterra hasta la creación del tren bala en Japón, el tren ha sido asociado con el progreso. Durante siglos, el tren no solo ha transportado personas y bienes sino también información, sueños, conocimiento y cultura. Las sociedades eventualmente se acostumbran a la tecnología y entonces ésta se asimila como cotidiana. Pero si somos capaces de dejarnos apantallar por el ipod, es difícil vislumbrar el shock que causó el tren aún muchos años después de su aparición.
En su canción “It’s a Dream” Neil Young observa con nostalgia el tiempo en que el tren, como representante de la modernidad, todavía asombraba al mundo. “Y un tren sale de una estación, eso realmente significaba mucho en aquel entonces, adquiriendo velocidad en las vías rectas de la pradera, llevándose consigo a sus pasajeros.” canta el canadiense antes de llegar a un estribillo tan melancólico como un tren perdiéndose en el horizonte “Se ha ido, solo fue un sueño y se está desvaneciendo”. Pero si Young voltea su mirada a la locomotora serpenteando las colinas, en su novela Atlas Shrugged, Ayn Rand utiliza al tren como una potente metáfora del futuro. El tren de Rand es el acero, el motor, la fuerza. En México el tren también fue símbolo de progreso. Durante el porfiriato México llegó a tener 25 mil kilómetros de ferrovía, una de las redes más extensas del mundo. Irónica como suele ser la historia, fueron esas mismas vías las que transportaron a los revolucionarios que derrocaron a don Porfirio.
Pero con el tiempo, el tren mexicano fue abandonado. Nuevos competidores y una política que soslayó a las ferrovías acabaron con el tren de pasajeros. Cómo en la canción de Young, el tren mexicano se desvaneció en un sueño.
Mientras México vivía una realidad paralela o una parsimonia de la infraestructura ferroviaria, el mundo continuó haciendo trenes. Los habitantes de Marsella aún recuerdan con orgullo el primer tren rápido que llegó a su ciudad en 2001. El tren rescató a Marsella de la decadencia y el oprobio. De ser considerada una ciudad sucia e infestada de crimen, el puerto más importante de Francia fue nombrada la capital europea de la cultura en 2013. Nadie duda que el parteaguas de esa transformación fue la llegada de ese tren aquella tarde lluviosa.
Los trenes conectan regiones y son fundamentales para el comercio. Por eso los países desarrollados o aquellos que aspiran a serlo han entrado en un frenesí de construcción de trenes de alta velocidad. China ha entendido la importancia de tener una amplia cobertura ferroviaria para lograr la efervescencia de su economía. Con un territorio tan vasto, solo el tren garantiza una movilidad social y comercial que es imprescindible para su crecimiento. India ha declarado el tren de alta velocidad como un proyecto prioritario y Brasil está en el proceso de construcción de su primero. Por el contrario, el proyecto del tren rápido en México tendrá que esperar.
El hecho de que México tenga carencias en muchos ámbitos no le impide de poder mantenerse al día en otros. Sobre todo si aspira a ser la potencia regional que alguna vez se asumió. La cancelación del Tren y la postergación del Tren México-Querétaro no solo nos ponen en ridículo internacional sino que constituyen una gran oportunidad perdida. El gobierno hace bien en cuidar las finanzas del país pero el tren no debe desaparecer de su proyecto de infraestructura en este sexenio.